Capítulo XIV - Parte I

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De un portazo entré al dormitorio.

Quería gritar, dar de patadas o golpear a cualquiera que se me atravesara.

¿Los demás tenían la culpa? No.

¿Era razonable que quisiera arrancarle los ojos con un tenedor a Madame? Tal vez, pero no debería.

Harta.

Estaba harta, esa mujer no iba a dejarnos descansar a René y a mí hasta que sepultara nuestro castillo de arena, hasta que nos rindiéramos y su lógica enferma yo pidiera clemencia de rodillas. Pues se topó con la bruja equivocada.

Si pensaba que asignarnos todas las tareas mágicas que llegaran a la academia de parte de la élite nos iba a asustar, en mi adolescencia qué no hice, no tengo cicatrices porque Melissa las curó con ungüentos y agua lunar, pero que no fueran visibles no significaba que no estuvieran ahí.

Madame, seguía subestimándonos. Sus trucos, tratos y engaños no me intimidaban. Si yo misma até mis manos a una silla cuando me enamoré de Mateo, también podía dejarme caer para soltarme.

Yo ya estaba un paso adelante.

—¡Verónica—me llamó René con urgencia, sonaba agitado—, ¿podrías esperar un segundo?—pidió.

No respondí. Me fui directo a mi armario determinada a ejecutar un plan, si nadie había tocado mis pertenencias, la llave de la caja fuerte de los Taxídi debía seguir ahí. De cualquier forma, no es como que alguien más pudiera usarla.

—¿Qué haces?—me recriminó René parado a mi lado sin entender lo qué hacía.

Seguro parecía una bruja loca, rebuscando entre abrigos, aventando los zapatos y emanando mala vibra.

—¿No es obvio?—respondí entre abrumada y molesta—. Busco la maldita llave de la caja fuerte—pateé el armario—. ¡¿Dónde está?!

La necesitábamos. En el estado deplorable en el que se encontraban nuestros poderes, sin la llave estábamos jodidos.

—Puedes detenerte, ¿por favor?—con una mordida me jaló del vestido con fuerza—. ¿Por qué tienes que probarle a Madame que puedes o no hacer algo? Yo pensé que eso había quedado en el olvido—admitió frustrado.

—¡Y así es!—afirmé con brusquedad—. No me interesa probarle que soy una bruja digna, lo que quiero es cerrarle la boca de una vez por todas. Sabes que trato de vivir sin arrepentimientos, René, y me mantengo firme en mis decisiones. Sigo hacia delante sin mirar atrás—solté y me pasé una mano por el cabello frustrada. Me parecía absurdo tener que justificarme—. Enamorarme y encontrar nuestra felicidad no es un crimen, no es perder el tiempo y si para enseñárselo tengo que luchar contra un maldito demonio lo haré. Lo haré una y otra vez de ser necesario.

Antes de decir algo René titubeo.

No lo podía negar, aunque estuviera molesto sabía que tenía la razón.

—Eres de lo más terca—gruñó.

Sonreí de lado.

—Déjala René—escuché decir Enea apareciendo en escena—, es imposible razonar con ella cuando se pone así.

Miré de reojo, detrás de ella venía Melissa jugando ansiosa con un mechón de su cabello.

René, giró su cuerpecito con brusquedad indignado y molesto en su dirección en busca de ser secundado.

—Calmémonos todos—pidió Melissa.

Ya estaba reunido el sequito completo.

Exhalé y cerré los ojos con fuerza para concentrarme.

La bruja que jugaba con el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora