Capítulo IV
Baile Sangriento.
La semana pasó tranquilamente, en el día de Venus Jean decidió regresar con el Maestro Herrero, se encaminó hasta la base de la montaña.
En esta ocasión después de tocar el timbre del recibidor, el hombre de mediana edad lo atendió.
-Oh, eres tú, espera ya tengo listas tus cosas-.
El herrero fue a la parte de atrás de su tienda y trajo varios artículos en dos viajes.
-¿Qué te parece?-. El hombre preguntó con aire confidente.
- Se ven muy bien, parecen nuevas-. El joven examinaba una espada que sacó de su vaina, se veía bastante afilada y desprendía un leve brillo.
-No sólo las reparé, también las pulí y limpié. El servició que doy es el mejor de toda la isla-. El herrero inflaba el pecho orgulloso.
-Estoy satisfecho, ahora ¿Me podría llevar a las bóvedas?-.
-Claro, sígueme-.
El hombre de mediana edad salió del lugar seguido por Jean, caminaron un tramo de algunos metros hasta atrás de la herrería, ahí había una cueva al pie de la montaña custodiada por dos gigantescas estatuas.
Cuando llegaron el hombre anunció con fuerte voz:
-Vengo a ver un asunto de las bóvedas, este joven viene conmigo-.
Las estatúas de metal bajaron de su pedestal y empujaron la gran puerta de la entrada, se hicieron a un lado para dejarlos pasar.
Cuando estuvieron adentro Jean quedó impresionado, todo el lugar estaba iluminado por el mismo mineral de los laberintos, pero lo más importante era que habían muchas “personas” dentro, se trataba de autómatas hombres y mujeres de hojalata.
-Mi hermano y yo los construimos para que vigilaran este lugar y lo administraran, él construyó los planos y yo hice todo lo demás-.
Los autómatas estaban hechos de un metal plateado, su estatura era un poco más baja que la de un humano normal y si se ignoraba el ruido metálico que hacían, sus movimientos eran fluidos, incluso se podían ver los engranajes de su maquinaria interna, en el centro tenían una piedra que variaba de color de máquina a máquina.
-Están programados para cosas simples, pero para este tipo de actividad es más que suficiente.
-(Este hombre y su hermano tienen una increíble habilidad)-Jean veía con nuevos ojos al Maestro Herrero.
-¡Hey!, Número tres ven aquí, llévanos a la bóveda Z1-.
Un autómata masculino se acercó a ellos, pues su rostro era simpático.
-Bienvenido Amo, síganme es por aquí-. Con una voz mecánica les dio indicaciones. Guiados por Número tres llegaron a una pequeña cámara, el autómata abrió la puerta, dentro había varios estantes y bases para colocar armas y armaduras, el lugar estaba bastante arreglado.
-Fue limpiado y arreglado como nos ordenó Amo-.
-Buen trabajo-.
Jean empezó a sacar las cosas de su bolsa de piel y las acomodó en los estantes, terminado su trabajo salió de ahí.
-Cuando quieras venir a buscar algo solo muestra esta llave a los guardias, si no lo haces te aplastaran, además tienes que venir solo, a menos que las personas que te acompañen también tengan una llave.-. El herrero le dio una llave dorada.
-Entiendo-.
-Cada vez que vengas puedes llamar a Número tres para que te guíe aquí-.
-Debo declarar que estoy bastante impresionado por la calidad de sus servicios-. Jean felicitó al hombre.
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Nox
FantasySiguiendo el estilo y tradición de las novelas ligeras les presento esta historia. Jean Nox Crow a la edad de 5 años acompañando a su abuelo quien era Conde en el Reino De Ignis acudió a una reunión de paz entre países, celebrada con el fin de termi...