Capítulo III
Misión en el Puerto Norte
Después de tomar un baño, y comer un pequeño almuerzo tardío, el delgado joven se dirigió a buscar a la capitana Maeru, sabía que se quedaba en el dormitorio de mujeres, pues ella le había dicho en caso de que necesitara algo.
-Señor Antiguo de los mares, Proteo eterno cambiante, extendiendo mis manos te sostengo fuertemente sin soltarte, implorando tu auxilio, cúbreme con tu sombra-. Sosteniendo ambos manos arriba de su cabeza recitó el encantamiento al mismo tiempo que las bajaba lentamente.
Jean colocó un conjuro arcano en sí mismo, tomando la forma de una bella señorita sin cambiar sus características básicas como color de cabello, ojos o piel, en realidad era una ilusión, lo hizo de esta manera ya que los hombres no tenían permiso de entrar en los dormitorios femeninos.
Al llegar a su destino localizó el aroma de la profesora Maeru, siguiéndolo llegó hasta su habitación, hizo acopio de toda su fuerza para tocar la puerta, de haber otra opción, hubiera evitado ir, pues le tenía pánico a esta mujer.
La profesora abrió la puerta, vestía una blusa simple y unos shorts ambos del mismo color blanco, la vista dejó sin palabras al saludable joven.
-...Necesito su...ayuda- Es todo lo que salió de la boca de Jean.
-Pasa, si hay algo en lo que esta humilde profesora pueda ayudar a una estudiante de esta academia, sé libre de decírmelo-. Por su parte la Capitana al ver a la "señorita" no sospechó de quien se trataba, al escuchar sus palabras, sacó sus propias conclusiones, pensó que la joven necesitaba algún consejo, lo que de alguna forma le hacía feliz, pues eso significaba que la veían como una persona respetable y confiable, tomó a la "señorita de las manos" y la llevó dentro de su habitación.
-Permíteme un momento prepararé un poco de té- Después de hacer sentar a su invitada en una silla, fue a la cocina, cinco minutos después regresó con una bandeja, encima de la cual tenía dos tazas y una tetera, sirvió dos tazas una para ella y otra para su invitada.
Enfrente de él se encontraba sentada la capitana Maeru, separados únicamente por una pequeña mesa de madera, es en este punto en que Jean se empezó a preocupar, por alguna razón no dejaba de mirar la apariencia de la mujer enfrente suyo.
-¡Oh!, disculpa por mi vestimenta, como ahora no estoy en labores, sólo quería relajarme poniéndome algo de ropa ligera y cómoda, por culpa de alguien he estado un poco estresada, pero no te preocupes por mí, vamos dime qué necesitas-. Con una sonrisa inocente la joven mujer de ojos grises instó a la señorita a que hablara.
-(Ya veo, no me ha reconocido aún, aunque no quisiera decirlo es algo necesario, tendré que soportar su ira para poder hablar con ella)-.
Jean hizo un balance de la situación en un segundo y decidió que lo mejor era hablar; mientras más rápido termine esto, mejor. Eso es lo que él pensó.
-¡Capitana, soy yo Jean Nox Crow!-. A pesar del miedo el Joven lo dijo.
-Pfffffffffffft, cof, cof-. La capitana escupió todo el té que había comenzado a beber, el líquido caliente terminó en los ojos de Jean.
-¡Aaaa! ¡Mis ojos!-. La victima del desafortunado accidente se cayó de su asiento y empezó a rodar en el suelo mientras se cubría sus lastimados globos oculares.
-¡Tú! ¡Pervertido! ¡Cómo te atreves!-. La Capitana estaba totalmente roja, no tanto por la ira sino como por la pena de tener un hombre en su habitación.
Recuperándose Jean pudo ver que la joven mujer se había puesto de pie y se había alejado de él.
-¡Lo siento Capitana, no fue mi intención causar este malentendido! Hay algo muy importante que tengo que decirle con respecto a los robos que ha habido-. Desde su posición en el suelo se defendió.
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Nox
FantasySiguiendo el estilo y tradición de las novelas ligeras les presento esta historia. Jean Nox Crow a la edad de 5 años acompañando a su abuelo quien era Conde en el Reino De Ignis acudió a una reunión de paz entre países, celebrada con el fin de termi...