𝐏𝐫𝐞𝐥𝐮𝐝𝐢𝐨

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Las canciones de Porco Galliard solían estar llenas de melancolía, tristeza e incertidumbre. 

Sus acordes melódicos y rimas llevaban un poco de su dolor plasmados como una constelación en el cielo despejado de diciembre.

Siempre se encerraba a componer, uniendo palabras simples con notas musicales en cuestión de minutos, convirtiendolos en piezas que merecían ser escuchadas por el mismísimo Paul McCartney, en el abandonado salón de Astronomía.

Me gusta recordarle así, con el cabello rubio echado hacia atrás, sus ojos color aceituna mirándome fijamente, mientras sus labios carnosos hacen una mueca y besan cada centímetro de mi cuerpo. 

"Viajamos por el mar, montamos las estrellas, vimos todo desde Saturno a Marte, por mucho que parezca que mi corazón te pertenece, la astronomía demostró, que somos dos mundos separados".

Eso decía la última canción que tocó en un escenario, el día que su voz grave, se volvió dulce. 

Me gusta creer que me dejaste conocer la calidez de tu corazón, esa que sólo tu madre comprendía y de la que disfruté antes que dejaras Osaka.

Porco Galliard llevaba años sumergido en la frustrante realidad de la vida adulta. Descubrió que los sueños de la infancia se alejan y que el mundo de la fama es igual a un pantano sin fondo.

Se hundía cada vez más y nadie lo notaba, hasta ese veintidós de diciembre cuando su vida pendía de un hilo, en el hospital St. Louise, del Reino Unido.

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𝙰𝚜𝚝𝚛𝚘𝚗𝚘𝚖𝚢 | Porco GalliardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora