♱ Versículo 15 ♱

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La integridad de los rectos los encaminará;
Pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos.
(Proverbios 11:3)

Madeleine miró alrededor tan inseguro, deseaba vomitar, lo único que existía en su cabeza era el recuerdo del rostro añejo del director tan cerca de su piel, la manera en que enterró las uñas sobre el escritorio para soportar el dolor de la sodomización. Detestaba haber hablado para salvarse, ahora se encontraba en una situación peor que la anterior ¿Qué diría Espresso al respecto?

Subió a la casa del árbol en busca de una raqueta de tennis y ahí estaba delicadamente recostado sobre las finas sábanas de Madeleine, sus ronquidos eran profundos aunque nada escandalosos.
Se acercó curioso, el chico respiraba tan profundamente y es que lo conocía, sabía de quien se trataba: Espresso A. Pressione. Siempre caminaba sólo abrazando algún libro que sacó de la biblioteca, aquel que por alguna razón atraía el balón a su cara durante las prácticas de fútbol. Espresso A. Pressione, gruñendo y a la defensiva, pero aquel día Madeleine no lo percibiría de esa manera, con tan solo trece años su corazón saltó al verlo ahí, las ideas implantadas con su nacimiento lo alarmaron... Desde el principio supo que una obsesión de ese tipo lo conduciría al pecado, pudo evitar todo, dejar a Espresso marcharse con su nube negativa, la niebla de odio que lo rodeaba, sin embargo eligió acariciar su cabello.

Después de cuatro años Madeleine atesoraba ese momento en que algo despertó en él.

-¿Por qué saliste de tu habitación durante la madrugada? -El rubio cerró los ojos con fuerza al escuchar la pregunta del detective, apretó los puños por debajo de la mesa. -De todas las opciones, decidiste correr a la oficina del señor Garlic ¿Cuál fue la razón? -Madeleine balbuceó como un chiquillo asustado esforzándose por desviar la mirada, Almond golpeó la mesa de acero lo que provocó un sobresalto en el más joven.

Recordó como el chico se sobresaltó al verlo, ajustó sus anteojos para luego colocarse en una posición de huída. Levantó las cejas sorprendido cuando Madeleine le ofreció una rebanada de sandía cortada cuidadosamente por alguna de las empleadas de su hogar.

-Está dulce... ¿Te gusta? -Espresso Tomó una en vez de responder, la mordió encogiéndose con timidez fue entonces cuando las mariposas en el estómago de Madeleine revolotearon como nunca

-¿Qué haces aquí?

-Nada... -Respondió con sequedad

-¡Qué bien! -Madeleine sonreía como todo un idiota, encantado con lo que veía, terminó su rebanada de sandía así que se limpió las manos en su camisa, Espresso hizo una mueca de asco.

-Yo ya me iba...

-¡No! Quédate... -Tiró de su brazo, atrajo demasiado su cara, Madeleine estaba completamente sonrojado. -¿Quieres comer algo más?

-Déjame en paz, albóndiga. -Dio un empujón irritado, así salió corriendo

-Es mi deber -Declaró como un último intento de mantenerse íntegro -Yo soy el elegido,tengo que cuidar -Su voz se quebró -Nadie caerá en el pecado bajo mi cuidado...

-Sigo esperando tu respuesta -Arqueó la ceja.

-Suelo cuidar los pasillos durante la madrugada. -Exhaló un poco aliviado.

-Comprendo... Hay algo que no me estás diciendo. Puedo prometer que nada de lo que digas saldrá de esta habitación, al menos no de mi boca. -El rubio levantó la mirada -¿Espresso A. Pressione y tú son amigos?

Acto de Contrición. | Madeleine x EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora