Mientras esperaba

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El primer Día de los Enamorados llegó antes de lo que hubieran imaginado. Catra había propuesto una visita a Gozsdu Udvar, un bulevar en el centro de la ciudad conocido por sus numerosos bares de karaoke y otras atracciones, para luego terminar el día en un lindo restaurante. Y por primera vez, Adora había dicho que «sí» a una travesía como esa. De hecho, la chica de las gafas se moría de ganas al pensar en lo espectacular que sería su cita de todo el día y toda la noche con su amada.

Lo irónico fue que, a pesar de que Catra trató de cambiar su turno de trabajo con un compañero, de intentar sobornar a otros, de ofrecerse esclava por una semana, nadie en D'Alessio¹ estuvo dispuesto a sacrificarse por la pobre chica, que tuvo que trabajar. Después de todo... ¡Era San Valentín! Una de las pesadillas de un chef.

En cambio, Adora lo tomó bastante bien para tratarse de otra cita saboteada ―por no decir que se quedó callada y no supo cómo reprochárselo. Ella no tenía un botín de negociación contra la amenaza de despido de D.T. Pero, aun así, Catra consiguió consolarla con la promesa de que volvería más tarde y en prenda le dio un regalo anticipado: la caja de bombones que cuidadosamente había envuelto para Adora. Catra solo lo dejó en sus manos y se marchó. ~ ♪ ♫



Adora volvió ese día de la universidad y... ¡qué sorpresa! Glimmer no estaba en casa. Ella y Bow habían tenido suerte y, con un poco más de suerte, no volverían hasta el día siguiente, dejando el apartamento para Adora y Catra. Eso sí, siempre que Catra llegara.

A partir de ese instante, Adora se dispuso a esperar una llamada o cualquier señal de su novia. Sin embargo, las horas pasaron y el sol comenzó a meterse, así que para matar el rato se propuso trabajar en algunas tareas y entonces... lo escuchó... era el bonito regalo de Catra, un corazón rojo, lo que la llamaba desde su trono en el escritorio. Ella quitó el moño y se relamió ante la dulce vista. «Catra no se molestará si empiezo a comerme esto, ¿verdad?» Retiró una envoltura y puso en su boca el primer manjar... ese sabor definitivamente era el del licor dentro de un chocolate y sonrió con malicia ante la idea. Desenvolvió otro bombón y fue aún mejor.

Para el tercer bocado decidió sentarse, pues de ese modo podría realizar su cata de manera más profesional. Ella probablemente devoró más de media docena de piezas en menos de cinco minutos, por lo que, a esa velocidad y con su baja resistencia al alcohol, éste ascendió rápidamente hasta su cabeza y de pronto tuvo una maravillosa idea. Tomó los lápices de colores y su cuadernillo de hojas blancas, mientras sus pensamientos tomaban nuevas formas y ella comenzaba a soñar y soñar. Sus manos inspiradas canalizaron sus fantasías a través de alegres trazos en el papel, hasta que el cansancio y el azúcar ganaron esa ronda.



* * * * * * *



La puerta del departamento se abrió casi a la medianoche y la joven morena se coló al interior sin ningún temor, ya que incluso si la robusta amiga de Adora estuviera allí y la viera entrar a esa hora, Catra tenía una historia sobre la nueva llave que colgaba de su llavero y que sería suficiente para resolver cualquier problema. De hecho, Catra también estaba contando los días para decirle a Glimmer que comenzarían a verse más a menudo, preferiblemente para darle los buenos días, todos los días, después de salir de la habitación de Adora. «Oh, sí. No puedo esperar a que Cotton Candy descubra que estoy durmiendo con Adora... quiero decir, cuando eso suceda... algún día».

O lo que sea...

Pero esa noche —en los últimos minutos de San Valentín—, Catra se apresuró a ir a la habitación de la rubia y la urgencia en su voz delató su arrepentimiento por haber trabajado hasta tarde.

Grayskull's AnatomyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora