Accidental Death (pt.1)

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Es difícil comenzar a describir uno de los eventos que cambió totalmente mi vida.

Empezó en un día de verano lluvioso de hace dos años en un paseo hacia un parque boscoso y fresco en la montaña. Muy fresco a pesar de ser verano, pero eso si ¡el pasto era tan cálido cuando el sol estaba en su punto más alto! Recuerdo los rayos del sol reflejarse en su cabello rubio, sus manos sobre el césped y la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás. Lo recuerdo tan fervientemente como si me hubiera quedado estancado en ese momento.

Aun recuerdo su sonrisa después de probar el pastel con betún de fresas que había horneado yo mismo para esa ocasión. Después dijo algo así como “no debiste abandonar las clases de cocina.”

Ese día tomo muchas fotos. Las fotos de las vistas parecían las típicas pinturas de paisajes, el enorme lago rodeado de pinos verdes y frondosos con montañas detrás del todo, y después de diez fotos del mismo plano —de las cuales tres se ven borrosas debido al mal pulso de Erwin—, hay una foto de nosotros dos sonriendo, y luego una de él y otra, y otra. Ojalá pudiera admirarlo a él en este momento en vez de estos recuerdos congelados.

Alguna canción suena de fondo, pero no logro entender la letra porque estoy perdido en sus ojos, sus ojos azules, tan azules como el reflejo del cielo en el lago en el cual reposábamos. Si no me equivoco, era su primera vez en el lugar, y aunque no lo fuera sabía que el deleite de su mirada sobre cada flor, sobre cada planta, sobre cada pedazo de ese recuerdo, era inexpresable.

Los chicos de la universidad se hubieran reído de él cuando sonrió emocionado al ver a las aves revolotear sus alas sobre el lago y mojarle la cara, lo disfrutaba con una gracia infantil, y era todo lo contrario a lo que la demás gente veía en él. Pero yo no era esa gente, y por eso me dejaba apreciar ese lado tan inofensivo de él.

Tomé videos, varios. Su risa se convirtió en carcajadas cuando casi cae sobre el pastel que no habíamos terminado de comer, y antes de siquiera poder pausar el video, una lagrima resbala por mi mejilla haciendo que la pantalla se moje.

Recordar me dolía. Sin embargo, no podía dejar de hacerlo, menos cuando vuelvo a escuchar pasos en el piso de arriba, aquellos pasos ya tan conocidos para mí, entonces comprendo que eso está caminando en círculos de nuevo, porque se ha aburrido otra vez. ¿Otra vez? Ni siquiera fui a revisar el ático porque sé que solo buscaba captar mi atención ¿una inteligencia artificial podía aburrirse?

No lo sé. Y preguntarme eso hizo que me adelantara mucho a los hechos.

Lo que sigue después solo vive en mi memoria. Mi celular no tiene evidencia de ello, pero mi cuerpo aún sigue temblando por cada caricia y cada roce de sus dedos sobre mi cuerpo, del agua resbalando de mis cabellos y de sus brazos rodear mi cintura debajo de las cálidas aguas del lago. Pero si hay evidencia de nosotros dos después de aquel momento, una foto donde estamos con la ropa húmeda sobre el pasto mientras miramos hacia el nublado cielo. La última foto antes de que la tormenta empezara.

Debimos ver el pronóstico. Debimos quedarnos en casa porque llovería. Debimos parar el viaje cuando, apenas y salimos a la calle, al auto le fallaron los frenos. Debimos, pero no lo hicimos, ¿por qué lo haríamos? Cuando por fin teníamos vacaciones después de ser casi consumidos por las clases de la universidad, ¿Por qué abandonaríamos nuestro pequeño tiempo juntos?

Pudimos habernos quedado en casa y ver películas o alguna otra cosa, pero él estaba dispuesto a manejar hacia ese hermoso lugar que tanto me gustaba y confió en mí, que lo guie hasta allí.

Quería ver a aquel chico acostumbrado tanto a el movimiento citadino, relajarse en el silencio tranquilizador de aquel sitio. El merecía un descanso, su padre lo traía de un lado a otro haciendo las prácticas en su empresa. Erwin no tenía ni un tiempo libre para mí, ni para él mismo, ¿entiendes ahora porque ese viaje era tan significativo?

Aun así, no puedo evitar preguntarme si me arrepiento. Quizás sí, quizás me arrepiento de llevarlo hacia su propio fin, pero a él no le hubiera gustado que me lamentara por eso, me hubiera dicho que no debía culparme por cosas que no podía controlar, pero a veces no puedo dormir por las noches pensando en que en realidad si pude haberlo evitado, y él ya no esta aquí para impedir que piense eso.

La instantánea había sido tomada y las gotas de lluvia cayeron una tras otra sobre nuestros rostros, haciendo que nos levantáramos para recoger las cosas que habíamos llevado para hacer un picnic. La ligereza de la lluvia terminó cuando el sonido de un trueno penetró en nuestros oídos, el gris de las nubes cambió por un momento a un fuerte tono azul. Guardé una imagen mental de ese momento para hacer una pintura del paisaje después.

Guardamos todo y una vez dentro del auto pude ver los cabellos de Erwin terriblemente empapados. Pase una mano encima de su cabello y él sonrió mientras la tomaba para llevarla a su mejilla, aún recuerdo el tacto de su pulgar haciendo círculos en el dorso de mi mano. Lo recuerdo con tanto maldito dolor porque también me dijo “gracias por esto” y luego besó mi mano. Si me lo preguntas, lo que más extraño de él son esos pequeños actos.

Quisiera no narrar lo que sigue, pero necesito hacerlo, pues de otro modo la razón que tiene a esa cosa caminando encima mío no tendría sentido y tu no entenderías mis razones.

Las ventanas se empañaron. Erwin cantaba canciones de ABBA a todo pulmón mientras los limpiaparabrisas parecían no querer hacer su trabajo. El atardecer comenzaba a pintarse en el horizonte y las farolas de la carretera prendían una a una con dificultad.

Sus ojos se entrecerraban de vez en cuando haciendo notar unas cuantas líneas de expresión. Sus manos tomaban fuertemente el volante; tan fuerte como yo quería tomarlo en la camilla del hospital cuando el aparato que monitoreaba su pulso marcó cero.

Las luces de un enorme camión hicieron que el último plano que tuve de su rostro fuera lo más melancólicamente hermoso que pude haber visto. Lo miré, tanto y tan profundo, que pareció una eternidad el tiempo que le tomó al camión chocarnos por completo.

Así fue como se convirtió en el mejor y peor día de mi lamentable vida.

Después de la noticia de su muerte no pude tomar mis pinceles, y tuvieron que pasar semanas para que pudiera hacerlo, descargué y retraté todo mi dolor en una pintura de ese último momento, cuando su mirada tomo la mía mientras los vidrios se encajaban en mi cara y el corazón se me partía mientras el otro vehículo se acercaba cada vez más al nuestro. Pinté a un Erwin sonriente, cambiando el amarillo de esas putrefactas luces, por los azules ensordecedores del trueno que arribó a la montaña cuando empezó a llover.

Angstruary [Eruri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora