Capítulo 4

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Dado que Kenta decidió nuevamente no tener a Uraraka en su mismo espacio de estudio, la castaña creyó que lo mejor sería buscar qué preparar para su almuerzo. Había recordado que Yaomomo -la muchacha le había pedido que la llamara de esa forma- le había hablado de un libro con recetas favoritas del menor, por lo que partió rebuscando ahí.

La cocina no era muy amplia, pero vaya que sí tenía gabinetes y cajones. Buscó uno por uno, al menos pudiendo localizar donde guardaban los alimentos, cubiertos, cuchillos, etc. No fue sino hasta llegar al cajón del último mueble que halló el dichoso libro: lo tomó con cuidado, dándose cuenta que era algo viejo. Y que no era un libro per sé.

Era un cuaderno cubierto con tela, que en su portada simplemente decía "Recetario". Lo abrió despacio, notando que en las primeras páginas había algunos dibujos bastante infantiles, cosas que quizás Kenta hizo cuando era bastante pequeño. Había una flor exageradamente grande, el típico dibujo de Mamá, Papá, Hijo tomados de la mano con la casa y árbol de fondo, y otros garabatos que no pudo descifrar.

Decidió enfocarse a lo que iba, por lo que pasó hoja por hoja, dándose cuenta que todo estaba escrito a mano en una caligrafía que definiría como bastante cerca de la perfección, las instrucciones e ingredientes clarísimos, y al final de cada una, había un pequeño dibujo del plato a realizar. Pudo deducir que eso lo había hecho la madre de Kenta, pues en algunas que otras recetas ponía al final pequeños mensajes dirigidos a él.

Se detuvo en la receta del katsudon. Sí, era algo sencillo de preparar y quizás ella no necesitaría en sí del libro para llevarla a cabo, pero no quería echar a perder una oportunidad de ganarse a su mini jefecito. Así que dejando el cuaderno sobre la mesa de la isla, procedió a reunir los ingredientes necesarios y partir manos a la obra.

En menos de una hora tenía todo preparado, solo era cosa de que Kenta terminara sus clases para ir a comer y esperar su reacción. Ochaco no era una mala cocinera, solo que la mayoría de las veces le daba demasiada pereza cocinar algo solo para ella.

Con una sonrisa de satisfacción, cerró el cuaderno de recetas y cuando lo levantó para guardarlo donde lo había encontrado, notó que una fotografía había caído. La tomó de inmediato para colocarla en su lugar, pero no pudo evitar detenerse a contemplarla.

En ella, estaban Katsuki, Setsuna y Kenta cuando apenas era un bebé. Debía haber tenido unos tres meses, quizás un poco menos. En la imagen, la mujer sostenía con cuidado a su hijo, su -entonces- esposo parecía más enfocado en mirarla a ella. Lo que llamó la total atención de Ochaco (además de la belleza de la madre de Kenta) era esa calidez y tranquilidad con la que su jefe dirigía su mirada a la madre de su retoño, además de una pequeña pero claramente sincera sonrisa. Nunca había visto en él una expresión igual; siempre su ceño fruncido, ningún ápice de sonrisa aparecía cuando lo veían. Pero viendo esa fotografía, ella podía detenerse a apreciar que realmente su tirano jefe podía verse bastante atractivo si se lo propusiera. O sea, no es que no fuera atractivo, ella estaría mintiendo si dijera que nunca se le cruzó eso por la mente. Debía admitir que varias veces se quedaba mirándolo un par de segundos demás cuando llegaba a su oficina con esa naciente barba de un par de días, o que sus ojos siempre llamaron su atención: su forma afilada que demostraba la seguridad propia de él y ese color carmín llamaba bastante la atención...

—¿Qué haces?

Ochaco respingó al oír la voz de Kenta tras de sí. Volteó y notó a Yaomomo junto al menor, quien la miraba con su ceño fruncido.

—Uh, n-nada —medio sonrió, guardando rápidamente la fotografía en el recetario y dejándolo en el cajón—. ¿Listo para comer?

Kenta pareció darle una mirada de arriba abajo desconfiado. Asintió despacio, ubicando su lugar en la isla de la cocina, mientras que la castaña ponía el tazón de katsudon frente a él.

Educando a mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora