Para nadie era secreto que Bakugo Katsuki era un jefe de temer. Un hombre que con esfuerzo llegó a su puesto actual, serio, orgulloso, su ceño siempre fruncido hacía que sus empleados se apartaran de su camino cuando lo veían llegar.Como cada mañana, entró dando pasos rápidos, empujando puertas para pasar sin siquiera pedir permiso, porque, ¿realmente era necesario? Él era el jodido jefe y punto. Llegó hasta su piso, aceleró su paso hasta el escritorio de su asistente y manteniendo su mirada fija en ella, habló:
—Estás despedida.
Uraraka Ochaco quedó boquiabierta ante ello. Rápidamente se puso de pie, golpeando su escritorio con ambas manos en forma de protesta.
—¡¿Qué demonios?! ¡¿Cómo que despedida?! ¡Hago cada maldita tarea que usted, don Tirano, me asigna impecablemente, doy la cara cuando se le para la puta gana de cancelar sus juntas y...!
Bakugo alzó una mano para detenerla.
—Te despido como mi asistente, Uraraka. Te necesito en otro puesto.
La mujer castaña pestañeó un par de veces, abriendo y cerrando su boca sin saber que decir. ¡Había insultado a su jefe! ¡Y él quería solo reasignarla! Sentía que se moriría de la vergüenza, por lo que solo volvió a sentarse, sin dejar de mirar al hombre rubio frente a ella.
—¿Q-Qué?
Bakugo le hizo una seña para que le acompañara a su despacho, sin decir ninguna palabra más. Uraraka le siguió enseguida, cerrando con cuidado la puerta tras de sí. Katsuki fue hasta la cafetera que tenía, sirviéndose de inmediato un café lo más cargado posible, sin mirar ni decir nada a la pobre muchacha que casi temblaba en su lugar.
—¿Señor Bakugo?
El hombre rubio tomó asiento en su escritorio, mirando la pantalla de su computador directamente.
—Iré al grano, Uraraka: te necesito para que vigiles a Kenta.
Al terminar de decir aquello, Ochaco cambió su expresión a una confusa. ¿Vigilar a Ken-? ¡¿VIGILAR A BAKUGO KENTA?! Ahora sí sentía que su jefe, exjefe, lo que sea, había perdido la razón.
—¿Perdón? —preguntó en un hilo de voz.
Katsuki la miró, esa expresión de seriedad no dejaba su cansado rostro.
—¿No se entendió? Quiero, no, necesito que estés a cargo de él.
—¿Quiere que sea la niñera de su hijo? —arrugó un poco su nariz al decir aquello.
—Odio esa jodida palabra. Me recuerda a esas malditas películas americanas de chicas inútiles pegadas al teléfono y descuidando su trabajo —musitó—. Digamos que serías una ¿guardiana? Sí, eso suena mejor.
Enfocó de nuevo su vista hacia su computador, tecleando un par de cosas.
—¿Y por eso me despidió como su asistente?
Katsuki suspiró, pareciendo perder poco a poco su paciencia... Aunque de por sí, era casi inexistente.
—No te tomaba como una mujer tonta, Uraraka —volvió a mirarla, cruzándose de brazos—. Es obvio que, para vigilar a Kenta, necesitas estar enfocada en ello. No puedes estar pendiente de mi agenda y de que mi hijo no se pierda o se corte corriendo con tijeras.
¿Corriendo con tijeras? Ahora ya hasta tenía dudas sobre la personita con la que lidiaría.
—¿Puedo preguntar por qué? —se acercó un poco más al escritorio del hombre, dejando un poco de lado los temores—. Digo, ¿no es más fácil llevarlo a la guardería o contratar una ama de llaves? ¿Por qué no lo ve su esposa o...?
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Educando a mi Jefe
FanficUraraka Ochaco nunca pensó que una reasignación de su trabajo significaría un giro de 180º. ¿Cómo pasar de ser una empleada común y corriente, a ser la niñera del hijo de su jefe? Y, principalmente, ¿cómo lidiaría con ello? Lo que sí tenía claro, e...