Katsuki se había levantado un poco más temprano de lo usual, algo ansioso por todo lo que había hablado con Kenta la noche anterior. Estaba decidido a pedir la ayuda de Ochaco, pero tenía el temor de que la chica lo viera como un padre totalmente desconectado de su hijo, casi como si no lo conociera... Pero era un pequeño riesgo que debía tomar.
Observó a Kenta seguir dormido y lo dejaría así, por lo menos hasta que se fuera. Había mandado un mensaje a su asistente avisándole que tal vez tardaría un poco en llegar, que tuviera lo más importante listo y que cualquier cosa le avisara a Deku (aunque probablemente el idiota ni sabría quién es).
Estuvo sentado solo en silencio en la isla de la cocina, una taza de café enfriándose lentamente cuando escuchó los golpes en la puerta. Dos, para ser exactos. Miró la hora en el microondas: siete y diez de la mañana. Había llegado mucho antes de lo que le había dicho, sin embargo, eso no le molestó en lo absoluto.
—Llegas tem... —al abrir la puerta, no pudo evitar quedar en silencio al verla— prano...
Ochaco sonrió algo avergonzada al escuchar lo que su jefe dijo, sin embargo, eso no era lo que precisamente Katsuki tenía en su mente en ese rato: ella se veía distinta. Pero distinta... bien.
Bakugo estaba habituado a que su asistente siempre estuviera en traje, sea una falda de tubo que le llegaba poco más debajo de las rodillas o pantalones formales, con blazers a juego en colores neutros y alguna blusa blanca, palo rosa, o beige y zapatos con tacos, a veces aguja, a veces un poco más bajos. Pero ahora... Verla en un atuendo tan casual lo dejó literalmente sin palabras.
La chica había llegado usando un cardigan oversized gris, una camiseta de tirantes blanca que exponía gran parte de su cuello, clavícula y hombros, los pantalones de jean tipo boyfriend, rasgados en las rodillas y otro poco sobre los muslos y zapatillas converse blancas era algo que definitivamente nunca había visto en ella...
Y por Dios que le quedaba tan bien.
¿En serio era la misma chica que atendía sus llamadas y llevaba sus documentos a su oficina?
—Lo siento —sonrió la castaña, sintiendo sus mejillas arder un poco al notar la mirada del rubio—. Iba a la estación para venir, y un amigo me trajo en su auto de camino. Lamento si le es inconveniente.
—Uh, no... —carraspeó, haciéndose a un lado para que entrara—. Es todo lo contrario, Uraraka.
La chica le miró algo dudosa, por lo que Bakugo le indicó que fuera hacia la cocina para conversar mejor, y mientras caminaba detrás de ella, se daba bofetadas mentales para concentrarse en lo que quería conversar y no en lo bien que se veía. No, nada de eso.
Su hijo.
Esa es la principal misión.
Sin preguntarle, le extendió una taza con café a Uraraka, quien agradeció con una hermosa sonrisa. Para ella, era inusual que Bakugo tuviera esos gestos, ya que en la oficina, ella simplemente iba a la cafetería por uno mientras que el rubio tenía su propia cafetera en su despacho.
Se mantuvieron unos segundos en silencio: Ochaco estaba algo intrigada y por no decir, asustada. ¿Quizás Kenta le habrá dicho algo que le disgustó? ¿La querría despedir? ¿Le recriminaría haber sacado ese recetario? ¡¿Por qué demonios no decía nada?!
Katsuki, por su parte, pensaba como hacer su principal pregunta, sin sonar como un irresponsable despreocupado. Eso, y aparte que de verdad se sentía algo distraído con la chica a su lado. Nunca habían hablado de algo que no fuera estrictamente profesional, siempre conversaban en su despacho, y se limitaba básicamente a preguntas donde ella contestaba rápidamente.
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Educando a mi Jefe
FanfictionUraraka Ochaco nunca pensó que una reasignación de su trabajo significaría un giro de 180º. ¿Cómo pasar de ser una empleada común y corriente, a ser la niñera del hijo de su jefe? Y, principalmente, ¿cómo lidiaría con ello? Lo que sí tenía claro, e...