Capítulo 9

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 Por poco perdía su parada al ir distraída leyendo y respondiendo los mensajes que Shindou le enviaba. No esperaba que el sujeto fuera tan amable y divertido, pero desde ese día que se habían conocido en el club, no habían dejado de hablar.

Tras un par de cervezas, Shindou pidió su número de teléfono y ella, quizás afectada por el alcohol o simplemente dejándose llevar por la simpatía de él, se lo dio sin problema. Él la fue a dejar hasta su apartamento al cabo de unas horas y siguieron la conversación por medio de mensajes todo lo que quedaba ese fin de semana.

Esa mañana ella le había escrito que debía trabajar así que no estaría tan pendiente de su celular, sin embargo, Shindou siempre encontraba algo qué decirle, por lo que no podía evitar estar mirando su pantalla a cada momento... Incluso cuando ya había llegado a la casa Bakugo y esperaba que su jefe le abriera.

Cuando Katsuki abrió la puerta, encontró a una Ochaco muy risueña y sonrojada, mirando su celular a la vez que hábilmente sostenía una cajita sobre su mano desocupada. No pudo evitar fruncir un poco su ceño algo extrañado: de todo el tiempo que la conocía, nunca la había visto así.

—¿Qué es tan divertido?

No pudo evitar soltar sin pensar. La chica se sobresaltó un poco, guardó el aparato de inmediato y sonrió algo nerviosa.

—Señor Bakugo, b-buenos días —saludó algo avergonzada.

Entre ambos se produjo un silencio algo incómodo, por lo que Katsuki solo se apartó para que ella pudiera pasar. Ochaco avanzó de inmediato a la cocina, dejando la caja sobre la isla y comenzando a preparar un poco de espacio para sorprender a Kenta. Bakugo la siguió en silencio, observando como se movía con tanta facilidad y familiaridad en su cocina, sacando platos y algunos cubiertos, tazas, y cuanta cosa necesaria para tomar desayuno.

Algo dentro de él le hacía sentir bien al verla así. Se notaba que la chica se esforzaba al máximo en su trabajo, que tenía claro su objetivo. Le agradaba eso de ella y era algo que siempre respetó de ella incluso siendo su asistente en la compañía. Era enfocada, objetiva, sumamente responsable, se concentraba en algo y llegaba hasta al final de ello.

Ding, ding.

Casi de inmediato, Ochaco detuvo su quehacer para revisar ese maldito aparato y el rostro de Katsuki cambió radicalmente. Su ceño fruncido en claro desagrado, sus puños apretados a medida que cruzaba sus brazos. ¿Qué demonios podía ser tan importante?

—Uraraka —la llamó. La chica volteó a verlo de inmediato—. Espero que sea lo que sea que está tomando toda tu atención no sea más importante que velar por el cuidado y la seguridad de mi hijo.

La castaña negó de inmediato con su cabeza.

—No se preocupe por eso —le dedicó una leve sonrisa y guardó su teléfono de inmediato en su bolsillo—. Créame, Kenta también es importante para mí.

Bakugo entrecerró sus ojos, buscando algún indicio de sarcasmo en sus palabras, aunque claro que no halló nada de eso.

Su atención se enfocó en la caja que la chica había dejado en la isla, intrigado de saber qué era, pero antes de poder siquiera formular su pregunta, los pasos de Kenta se hicieron notar al acercarse hacia la cocina; venía recién despertando, su cabello un poco más desordenado de lo usual, en su mano izquierda arrastraba un peluche de un títere azul de un programa de niños y con la derecha restregaba su ojo.

—Papá, ¿ya te vas...? —detuvo su andar al darse cuenta de la chica. De inmediato su expresión se endureció, su ceño fruncido y un leve puchero era prueba de ello—. ¿Por qué ella está aquí?

Educando a mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora