Capítulo seis.

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De cuando tratamos con los celos. 

Parado delante de esa puerta gastada de madera, pasaron delante de sus ojos los momentos más vergonzosos de su vida . Con la mente intranquila pero trabajando al cien se puso a enlistar los recuerdos más humillantes; su primera lección de arquería, su cumpleaños número 14, sus vacaciones por el reino con su padre, su intento de declaración a Roxane. Tanto que enlistar y lo que estaba por hacer ya estaba en el top 5. Sentía que llevaba delante de esa puerta siete meses y dos semanas, específicamente*. 

Después de tocar por tercera vez salió una vieja ardilla con sombrero y un chal verde. Visiblemente molesta, lo barrió con los ojos de arriba  para abajo, con una mirada que Max no sabía describir como desconfianza o burla. Tal vez lo último fué su propia inseguridad manifestada, considerando lo ridículo que se veía con una capa roja llena de moños y encaje.  

Estaba seguro que había sido descubierto, hasta que la ardilla le dedicó una sonrisa y lo invitó pasar como toda una abuelita amorosa, algo que lo tomó desprevenido y que él consideraba no le iba nada bien a la imagen mental que se había formado de la ancianita. 

_¡Ohh mi querida caperucita roja! Me alegra tanto que hayas podido venir a visitar a tu no tan vieja abuela _ dijo para después propinarle dos exageradamente sonoros besos en toda la cara. Max los relacionó de inmediato con los que Yakko le daba y pensó que esos ya no estaban tan mal _ Siéntate querida, toma asiento en el sillón de tu abuela…

 _ Oh, no podría abuelita, solo quería entregarte la canasta así que ahora me iré…_ Max ya no quería pasar más tiempo ahí, solo pensaba en recuperar su espada. Pero antes de siquiera poder dirigirse a la puerta la “abuelita” lo sujeto con una fuerza que no era digna de tal y lo sentó con fuerza en el sillón. 

_No seas descortés con tu pobre abuelita, “caperucita roja”, quédate un rato más.

<<Oh, oh>> pensó. Eso sonó peligroso.  

Max sudaba frío y la ardilla no le despegaba la mirada sin dejar de sonreír, eso, desde la perspectiva de Max, lo hacía todo más escalofriante.  

_¡Oh, caperucita roja! Que ojos tan grandes tienes.

_ Son para verte mejor, querida abuela.

_Y qué orejas tan grandes te cuelgan ahí, mi niña.

_ Son para oírte mejor, abuelita.

_Y que hocico tan feo, grande y pronunciado tienes, querida.

_ Ok eso fue ofensivo.

Desde una ventana no tan retirada de la sala, Yakko y Dot observaban toda la situación y se dieron cuenta de que la anciana había descubierto a Max. Estaban preocupados por el chico ya que la señora se veía con intenciones de mantenerlo con ella, sabrá Dios para qué. 

Hace veinte minutos que Minerva se había ido con Wakko para recuperar la espada y no había señales de su regreso, solo la rubia podía salvar a Max de la situación. La preocupación de ambos solo incrementó cuando observaron como la ardilla planeaba algo.

_ Ya casi es la hora de la telenovela de tu abuela…_ Trajo una televisión de quien sabe donde y la colocó delante de Max, este solamente atinó a tragar duro, anticipado lo que le esperaba _  A ti te encantaba mirar telenovelas con la abuela, ¿recuerdas Caperucita roja?

_ O-Oh si, realmente me gusta abuelita, pero en serio tengo que irme justo ahora…

Pretendía levantarse y salir corriendo de ahí justo en el momento que encendió el televisor, pero cuando se intentó incorporar se dió cuenta que estaba atado con una soga al sillón. Todo estaba perdiendo sentido y cada situación parecía más irreal que la anterior.  

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2022 ⏰

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