Luna

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//AU sin magia//

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Luna bajó al apartamento de su mejor amigo, Neville Longbottom en busca del mismo. Ambos habían sido invitados al desfile, que tenía lugar en la playa, donde iban a mostrar los colores, estampados y modelos de ropa que se usarían ese verano, para el cual faltaba tan solo una semana. Luna estaba en duda de si iría con ella o si ya tenía alguna cita. Sabía que el novio de Neville, Blaise Zabini, no podría acompañarlo ese día.

Salió del ascensor cuando este paro, y escuchó voces en la sala de juegos, que según Neville, 'era indispensable para su apartamento'. Se encaminó hacía allí, entrando sin tocar e inmediatamente se reprochó mentalmente por haberlo hecho. La rubia se quedó inmóvil, aún con el picaporte en mano, observando la escena delante de sus ojos. No estaba segura de si echarse a reír o retirarse del lugar sin decir una palabra. Se le escapó una mueca involuntaria imaginando lo doloroso que debería de ser eso.

Blaise Zabini estaba mirando hacía el techo con manos y pies en el suelo, sosteniendose, tipo puente; Neville doblado hacía adelante, apuntando su trasero justo en la cara del moreno y sus manos bajo sus piernas, cruzadas hacia atrás, en puntas diferentes; y Draco... bueno, él estaba sentado en unos de los puff de la habitación viéndose bastante divertido y tomando fotos de los dos hombres.

—¡Mierda! Eso debe de doler—. Soltó Luna en voz alta cuando salió del pequeño trance, parpadeando repetidas veces.

Los hombres serios e importantes,  notese el sarcasmo, se sobresaltaron.

Draco arrojó el teléfono hacia atrás, que cayó en un bonito sofá rojo, y de un salto se levantó alisando las arrugas inexistentes de su ropa; Blaise movió sus manos y cayó de espaldas al suelo doblando sus piernas; y Neville cayó encima de este aplastando su rostro. Luego de unos segundos de puro silencio, el moreno empujó al rubio cenizo soltando una maldición y quejándose como niño pequeño de lo gordo que estaba el otro.

La rubia, todavía en la puerta, lanzó una fuerte carcajada sin poder evitarlo, sosteniéndose del marco. Tres pares de ojos la observaron avergonzados de haber sido sorprendidos. Aunque el rubio más pequeño de todos tenía una leve sonrisa en sus regordetes labios.

Luna rodó los ojos, recobrando el aire perdido por la risa y abriéndose camino a un sofá azul de terciopelo frente a la pantalla plana con el sonido de sus tacones resonando por toda la habitación, y se acomodó, imperturbable, cruzando sus largas piernas.

—Ya basta, idiotas. No es como si fuese la primera vez que los encuentro comportándose como niños—. Exhalo arta de que sólo la miren en silencio. —Tú no, dulce. Tú puedes mirarme todo lo que quieras—.

Un rápido sonrojo subió por el cuello de Draco hasta la punta de sus pálidas orejas, haciéndolo lucir mucho más hermoso.

La mujer sonrió satisfecha al ver el efecto que tenía en su chico, el cual no sabía aún que era su chico.

Pero eso no es lo importante aquí, lo importante es que Draco vestía una camisa verde esmeralda, que hacía resaltar la palidez de su cabello blanquesino, unos shorts negros cortos hasta la mitad del muslo con tirantes igual de negros y en sus pies unas medias blancas largas hasta la pantorrilla, sin zapatos. Y se ve tan absolutamente divino, que la rubia se encontraba con problemas para apartar sus ojos de él.

O eso fue hasta que Neville la interrumpió.

—Ya basta mujer, o harás que nuestro niño aquí se convierta en un tómate—.

Neville miró a su amigo con una enorme sonrisa divertida, claramente habiendo olvidado su vergüenza anterior.

Y Luna viendo al rubio intentando hacerse más pequeño decidió ayudarlo y poner la atención sobre ella mientras su niño se recupera.

Mujeres Dom'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora