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Dee estaba nervioso, ansioso y con las manos frías del terror que le daba esa penúltima letra. Había citado a Heavy a las cinco de la tarde en la acera de la calle, esa que está frente a la casa de ambos.

Sus manos están como mantequilla y el viento ya se llevó unas tres veces la página doblada por cada vez que se cayó, incluso Heavy se burló de la torpeza impropia de él.

El Pelirrojo tomó la carta del suelo porque al intentar volver a dársela se le resbaló de las manos. Él lo hizo riendo, soltando carcajadas de diversión haciendo que una parte de él se sintiera menos presionada.

Pero igual, los nervios hacían que su corazón mandará más sangre de la necesaria a su cuerpo. Se permitió reír también aunque de forma más suave y un poquito forzada.

Se obligó a volver a tomar la compostura cuando Heavy se le quedó mirando con sus ojos verdes expresivos, esos que le gustan mucho. Su corazón dió un vuelco al ver esa expresión significativa que quizás decía que sí sería correspondido. O era de confusión porque estaba haciendo el ridículo.

Le gusta más la primera opción.

—¿Me dirás para que estás letras? —Heavy se aventuró a preguntar. No era la primera vez que lo hacía...

—No —contestó alzando los hombros. Sonrío de lado— Pero mañana te daré la última.

Pero sí la primera vez que le da una respuesta.

Y se fué sin decir una palabra más para contestar las preguntas del pelirrojo. Se metió a su cuarto sintiendo el vértigo de esa respuesta.




Una y se acaba.

¡Gracias por las lecturas!

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