Tourniquet

El Príncipe de la Rosa

Su flamante cabellera rojo oscuro me hacía pensar en el terciopelo francés de las cortinas del Versalles, era tan exasperante. Y sus ojos, tan dorados y refulgentes como el Sol, sus facciones perfectamente alineadas y masculinas junto con su atlético y tonificado cuerpo hacían que hasta el mismísimo Miguel Angel sintiera envidia.

Era tanta belleza...

Aunque, lo que causaba más impacto era la blancura de su piel y su andar felino.... semejante a un león en plena cacería.
Aquél individuo vestido de seda negra y razo, con botas de cuero y pañuelo alrededor de su cuello, era Sir Armand Leinhart, mi adorado primo.

-¿Cómo se encuentra mi pequeña adorada?- Sonrió acariciando mi mejilla con sus fríos dedos.
-Eres todo un adulador...- Sonreí- Pero hay que darnos prisa, tengo una invitación a la Noble casa de los Williquette.
-Oh claro... La Señorita Williquette celebra su presentación ante la sociedad- mientras hablaba, los sirvientes comenzaron a llevar el equipaje al carruaje- espero que Lizeth Hooker también aparesca, se me ha dicho que es de belleza admirable. Quisiera comprobarlo
-¡Armand!- Protesté.

Sonrió con socarronería y tomando mi abrigo, salimos de la casa para entrar dentro del carruaje.

-Victoria,querida...- lo miré- Tengo esto para tí.

Me entregó un paquete de cartas escritas con tinta azul y enfundadas en listón negro. El sello real se encontraba en todas ellas y mis ojos brillaron.

Mi querido hermano jamás cambiaría...

-¿Por qué recibo noticias de él hasta ahora?
Armand disfrutaba de la lectura más que otra cosa, sus hermosos ojos se posaron sobre mi.
-Ha estado muy ocupado y ansía verte, querida, guárdalas antes de llegar al puerto, te marearás si lo haces en el barco. Ya tendrás tiempo en cuanto lleguemos a Londres.

Solo asentí,
Al tratar de acomodarme, me di cuenta que él admiraba el retrato de la Señorita Lizeth Hooker.

Solo me quedé en silencio, suspirando.
Fue un día bastante agotador.