♡♡③ | Golden Girl

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La chica pelinegra se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora.

Se suponía que le presentarían a Niall Horan, el omega del momento, ya que, contra todo pronóstico, luego de décadas sin que algo así ocurriera, el chico era un cambia-formas, cosa que llamó la atención de todo el mundo.

La familia del omega buscaban al o a la mejor alfa para su hijo, del linaje más puro posible, con la esperanza que, al tener hijos, estos nazcan con los mejores genes, incluido el propio don de transformarse en un adorable lobito a voluntad, tal como ese tal Niall Horan podía hacer.

Y ella era una de las candidatas principales, familia de magnates, heredera de una fortuna, hija única y perfecta, apodada la Golden Girl por todas sus cualidades.

Pero a Diana Davies le importaba tres pepinos qué tan fabuloso pintaran a ese omega.

Porque ese desconocido no era quien ella quería para su compromiso.

Aún, con esfuerzo, se arregló con ropa elegante, se acomodó el pelo hasta quedar perfecto, y se colocó una sonrisa rompe-corazones en el rostro.

Luego de una última mirada en el espejo, se volteó para salir de su amplio dormitorio.

Su sonrisa no duró mucho al ver a la chica rubia, parada en el umbral de la puerta, la beta la miraba con súplica.

Había discutido con Taylor en cuanto se enteró que le presentarían a un omega, exigiendo que se revelara contra sus padres, ya que ella no quería ese arreglo.

Ya lo habían discutido muchas veces. Ya que ambas debían tener que mantener su relación en secreto.

La familia Davies no dejaría que su linaje se perdiera si la última descendiente elegía a una beta; su familia no funcionaba así, ellos eran alfas y omegas, no había lugar para algo como Taylor.

Para el mundo, ellas eran amigas; pero a solas ellas eran su propio mundo.

Y por esa razón el corazón de Diana se destrozaba cada vez un poco más.

No habían hablado desde hacía unos días, cuando la señora Davies había aparecido en la casa de su hija para darle la noticia de su compromiso.

Pero cada vez que se cruzaban, Taylor tenía esa misma expresión de "Por favor, no lo hagas" en el rostro.

Diana suspiró, se acercó a Taylor con paso tranquilo, hasta quedar a unos centímetros del rostro de la rubia.

—Por favor, no sigamos así —pidió la pelinegra, mirando a los ojos de la rubia, aunque ella tenía la vista en el suelo.

Taylor no contestó, y Diana se desesperó un poco, tomando el rostro de la beta.

—Taylor, mírame —exigió, pero no tuvo respuesta. Apretando los dientes con fuerza, sintió sus caninos siendo apretados y su voz salió de lo más profundo de su pecho— Taylor, mírame.

La rubia reaccionó automáticamente con la voz de alfa de Diana, la pelinegra sintió cómo un balde de agua fría caía sobre ella al ver los ojos de la beta a punto de estallar en lágrimas.

Apoyando su frente en la de Taylor, suspiró para calmarse.

La rubia sintió un cosquilleo cuando el aliento de Diana chocó contra sus labios.

—Lo siento, lo siento —se disculpó la pelinegra— No te gusta que use mí voz de alfa, lo sé... Es que... Estoy demasiado estresada, Taylor.

La rubia asintió.

—Por favor, di algo —pidió.

Taylor tardó un momento en hablar.

—Ya sabes lo que diré —dijo, por lo bajo.

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