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Un aroma delicioso similar al olor de caramelo y chocolate le hacía cosquillas en las fosas nasales, le animaban a acercarse un poco más a la fuente de donde provenía el agradable perfume que terminaría por destruir el sueño en el que se encontraba.

—¿Te encuentras bien?—una voz más dulce que cualquier aroma hizo que sus sentidos se agudizaron y la piel se le erizara por completo.

Lentamente intentó abrir los ojos para acostumbrarse a la luz, pero aún con los ojos totalmente abiertos, solo pudo notar oscuridad.

—Lo siento, no he prendido las luces.—se disculpó y Jungkook reconoció esa voz.

—Sigo dormido o muy ebrio, ¿cierto?—preguntó resignado.

—No lo estás, fue Yoongi quien me pidió ayudar a buscarte y fue fácil encontrarte, ya les avisé que te llevé a casa aunque realmente esta es la mía.

Solo un metro de distancia los separaba, pero desde la oscuridad parecía ser mucho más.

El pelinegro se levantó del sofá y se sentó correctamente, no buscó ver el rostro del rubio, no se sentía merecedor de volver a estar cerca suyo.

—Creo que estoy mejor.—dijo intentando calmar el temblor de sus manos.—Te agradezco por lo que hiciste por mi, pero debo irme. Lamento que Yoongi te llamara por algo tan tonto. Por favor, dale mis disculpas a tu pareja.—pidió e hizo una reverencia de noventa grados sin siquiera cruzar su mirada con la de Jimin.

Dio unos pasos hasta la salida, pero la pequeña mano del mayor lo detuvo tomándolo del brazo.

—Él no está aquí.—murmuró.

—Aún así, yo no debería estar aquí. Si se entera será incómodo para él y para ti.—respondió ocultando la euforia que lo inundaba al ser tocado por Jimin.

—Estás empapado, no supe si debía ayudar a cambiarte mientras estabas dormido, pero ahora que estás despierto, puedes hacerlo solo. Te traeré ropa limpia, por favor ven conmigo.—insistió con el mismo tono de voz bajo que usó siempre que deseaba convencerlo de algo.

No sabía porqué era tan considerado con la persona que lo hizo sufrir lenta y dolorosamente por mucho tiempo.

O bueno, lo sabía, pero no deseaba aceptarlo.

—No moriré por un resfriado, me cambiaré llegando a casa.—se negó, estaba siendo la persona más jodida del mundo, pero no quería caer más profundo sobre todo sabiendo que Jimin estaba con alguien más.

—No te comprendo, nunca logré hacerlo.—confesó presionando el agarre con el que sostenía al menor.—Dijiste que me amabas, que querías cambiar tus acciones pasadas, pero ahora estás aquí rechazando hasta mi mirada.

El estómago del menor se retorció al notar que lo había soltado.

—Lo siento.

—¿Realmente me odias tanto? No escuché una sola palabra de tu boca por tanto tiempo, aún cuando dejé nuestra casa, tu no miraste atrás y puedes sufrir cada día, pero no harás nada para remediarlo. ¿Por qué eres tan cruel?—cuestionó sintiendo las lágrimas picar por salir.—No sabes cuanto te esperé, no sabes cuántas veces rogué que tocaras mi puerta.

—Está bien, alguien mejor que yo lo hizo y eres feliz. Eso es lo que importa.—respondió en voz baja.

—Mi casa está vacía, finalmente creo estar destinado a ser lastimado.—se abrazó a su mismo recordando que también se había empapado por la lluvia.

—Lo lamento.

—¡Deja de de disculparte por eso! ¡Pide perdón por lo que hiciste! ¡No me des la espalda!—gritó con impotencia al sentirse débil cerca a él, llorar nunca fue una opción razonable, pero las lágrimas muchas veces no se pueden controlar.—No te vayas, no otra vez.

Hate Everything Donde viven las historias. Descúbrelo ahora