9. Secreto

77 5 0
                                    

Narro yo

-Bienvenido de vuelta joven Han, muy buenos días -habló animado y con una gran sonrisa- ¿Gusta sentarse? ¿Algo de té?

Han suspiró algo nervioso.

-No señor Lee... gracias -rechazó la invitación.

Se adentró en el pequeño espacio de la sala. Sus pasos eran silenciados por las finas y viejas alfombras que cubrían el suelo, y el único ruido alrededor era el del agua hirviendo en la cocina.

-Oh, está bien -dijo el hombre, y rodeando la mesita central, tomó asiento en uno de los sofás individuales de la pequeña sala- Cuénteme ¿Cómo le ha ido siguiendo mis consejos? Debo tomar nota de sus avances y progresos para saber cómo ayudarlo a continuación... -afirmó y sacó una vieja libreta y un lápiz de debajo de la mesita.

Miraba atento y con una sonrisa al contrario, esperando impacientemente su respuesta.

Han no sabía cómo hablar con aquel hombre. Quería ser sincero y decirle que ya no necesitaba su ayuda, ni la pediria. Pero se sentía algo mal por querer hacerlo, el hombre era muy amable y se entregaba llenamente a su humilde trabajo. Se compadecía de las condiciones en las que vivía, y de las que seguramente le tocaron vivir. Sabía algo de que era la burla de su vecindario, y la vergüenza de su familia que lo habían abandonado hasta el punto de fingir que no lo conocían. Todo por renunciar a su antiguo trabajo y dedicarse a cosas más... "místicas y hasta mágicas".

La pequeña casa del señor Lee no tenía más que 4 habitaciones. Un dormitorio con un baño pequeño, cocina y una sala. Ésta última la había decorado lo mejor posible para que sea más acogedora y llamativa a sus visitas y/o clientes. Habían decoraciones que lo hacían lucir como un lugar misterioso pero relajante, como un lugar ideal para sentarse a meditar mientras sientes el aroma a incienso y canela que desprenden las velas aromáticas.

El señor Lee era un hombre ya algo mayor, se notaba en sus cabellos ya casi completamente blancos en peinado y barba, y en las arrugas que decoraban notoriamente su rostro. A pesar de su edad, tenía mucha energía y siempre estaba alegre, servía té y pasteles de manzana que él mismo preparaba con dedicación. Si no fuera por su leve cojera en la pierna izquiera, o sus ojos cansados y ya chiquitos por la edad, pareceria ser realmente más joven.

-Señor Lee, yo... necesito hablarle de algo... -Han se aclaró la garganta y se sentó en otro de los sofás.

El mayor de la habitación no respondió, sólo le mantuvo la mirada. Pasados unos segundos de silencio, se acomodó en el asiento y tragando saliva asintió. Han continuó, tratando de encontrar las palabras correctas para no herir los sentimientos de aquel buen hombre.

-Creo que ya encontré lo que necesitaba. Es decir... ya encontré lo que buscaba, la confianza y el valor que creí jamás haber poseído realmente siempre estuvieron ahí y estoy más que agradecido con usted por haberme dado una mano -soltó lenta y cuidadosamente, pero la inexpresividad en el rostro contrario lo animaron a añadir algo más- Ya no voy a volver señor Lee...

El hombre poco a poco se hundió en su asiento hasta que su espalda topó contra el sofá. La tristeza se asomó a sus ojos y Han sintió su corazón retorcerse al darse cuenta de ésto. Bajó la mirada distraídamente a sus collares de piedras coloridas y pasó su mano libre por su túnica roja.

-¿Ya no volverá joven Han? -cuestionó como si aún no lo creyera- Creí que estaba ayudándolo... aunque sea un poco...

Han pensó rápidamente cómo salvar la situación.

-Si lo hizo, señor Lee. No sienta pena. Mi problema... no era tan grave en realidad, de seguro por eso estoy más que listo ahora. La señorita Vivi, en cambio, debió tener más complicaciones y... por eso necesitó de más tiempo -explicó algo nervioso.

Crazy [Vkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora