| 𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨 |

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Miedo, rabia e impotencia.

Eso era lo único que sentía en ese momento.

Hizo una pequeña mueca de dolor al sentir las uñas de su madre enterrandose en su suave y blanquecina piel, en vez de quejarse se aferró a ella, más cuando aquel villano pasó cerca de ellas mirándolas fijamente por si hacían cualquier movimiento.

Nya movió sus ojos mirando a su alrededor de forma discreta, las demás personas estaban en las mismas que ellas; casi todos tirados en el piso, niños llorando desconsolados siendo abrazados por sus padres que temblaban de miedo ante la idea de que el grupo de villanos que habían tomado el banco pudieran atacarlos en cualquier momento. 

–¡Todos quédense donde están si no quieren que les rebane la garganta!

Tenía los puños fuertemente apretados por la enorme impotencia que sentía, por no poder hacer nada al respecto, por que aparte de ser una simple niña, no tenía un don.

Si, ella no tenía don, se supone que este se manifestaria a la edad de cuatro años como a todos los demás niños de su clase, pero ahora, a sus diez años de edad, ya había perdido la esperanza de que este apareciera, y su sueño de convertirse en heroína yacía hecho pedazos a sus pies. 

A pesar de que sus padres la consolaran diciendo que no se preocupara y que no era menos especial por no tener uno, sus compañeros de escuela trataban de darle a entender lo contrario, puesto que se burlaban de ella y le hacían la vida de cuadritos solo por ese hecho.

Los niños podían llegar a ser muy crueles... y los adultos mucho más... 

–¡Rápido! –demandó uno de los villanos al nervioso cajero del banco, que con manos temblorosas sacaba el efectivo y buscaba una oportunidad para oprimir el botón bajo la mesa y alertar a las autoridades.

–Infelices... –escuchó decir a su madre entre dientes.

Nya observaba a ese hombre con atención, analizándolo; por lo que veía, su don le permitía crear cuchillas a partir de sus huesos, y con estos amenazaba tanto al cajero como a las personas que tomaron como rehenes, incluyendolas a ellas.

Frunció el ceño y resopló, si tuviera el quirk de su padre –este se basaba en el control de sombras–, podría usarlo para tratar de derribarlo... las sombras podrían arrancarle las cuchillas que llevaba en sus manos, agarrarlo por los pies, tirarlo al piso e inmovilizarlo por las manos y piernas, sacar a la gente del banco y esperar a que lleguen los héroes.

O

Si tuviera el de su madre –era capaz de volverse invisible con solo contener la respiración– podría hacer lo mismo, solo que tendría que actuar con bastante inteligencia y astucia para no ponerse en peligro o a cualquiera de las personas... 

Sería un plan perfecto, pero hay que tener en cuenta que hay más villanos, no sabe que otra artimaña tenga para defenderse ese sujeto, y de paso, no sabe pelear y no tiene un don.

Ratas.

–¡Ya calle a ese mocoso! –le exigía otro a una señora que trataba de calmar a su bebé, que lloraba a moco tendido por los gritos y el ambiente tan lleno de tensión y pesadez.

La peliblanca gruñó por lo bajo, apretando tanto los puños que enterró las uñas en sus palmas por el enojo, pero las aflojó y soltó un jadeo al sentir algo removerse con violencia en su interior. Su mano derecha se dirigió a su pecho, frotandolo un poco ante la sensación tan extraña. 

𝗦𝘁𝗿𝗼𝗻𝗴 || 𝗠𝗶𝗱𝗼𝗿𝗶𝘆𝗮 𝗜𝘇𝘂𝗸𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora