Capítulo 2

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A decir verdad, los duendes eran las criaturas con el mejor estilo de vida pues el resto de criaturas no gozaban de su natural armonía. Julie se bebió su chocolate y salió de nuevo para buscar a su maestra, Bree, una elfa que vivía con los duendes tras haberse marchado de su hogar muchos años atrás. Bree enseñaba en secreto a Julie el arte de la lucha tan característico de su pueblo, pues los elfos eran criaturas conocidas por su gran destreza en combate y su porte robusto y fuerte. Desde que había cumplido los once años la chica era entrenada por la elfa para aprender a defenderse y proteger así la aldea, pues los duendes no sabían pelear y Julie sabía que serían incapaces de defenderse. Exactamente ella no sabía de quien o de qué pretendía defenderlos pero Bree era una buena maestra y la entrenaba sin hacerle preguntas.


-Bien Julie, hoy quiero que continuemos practicando con la espada- dijo la elfa, que rondaba los ciento cincuenta años de edad, pero que tan sólo aparentaba unos cuarenta o cuarenta y uno.


-Claro- contestó la chica. En seguida levantó la espada que Bree le había prestado y se concentró en el combate. La elfa era muy rápida y ágil, pero Julie no se quedaba atrás en cuanto a velocidad y agilidad. Sus pies se movían siguiendo un compás maravilloso y perfecto en el que las mujeres de turnaban para atacar y proteger. Las gotas de sudor en la frente de la muchacha delataban el esfuerzo que ponía en cada movimiento y tras unos minutos que parecieron eternos para ella, logró desarmar a su oponente. Bree la felicitó y le pidió que relajase los músculos y Julie estaba a punto de darse la vuelta cuando su maestra se lanzó sobre ella. Cayeron al suelo y su espada rodó lejos de su mano. Bree se puso de pie inmediatamente y volvió a atacarla sin contemplaciones, por lo que la chica rodó sobre sí misma para esquivar una de las patadas que le lanzaba su maestra. En un segundo, Julie volvió a rodar y se levantó del suelo para recibir un puñetazo en el costado izquierdo que la dejó sin aire, pero no se rindió. Doblada de dolor aún, Julie saltó y con una patada que dio de lleno en el muslo de Bree, logró que esta le diese unos segundos de margen. Trató de coger aire de forma tranquila pues empezaba a hiperventilar y volvió a su pose defensiva. Tras unos cuantos saltos y movimientos más, su maestra se alzaba victoriosa tras dejarla aplastada en el suelo con la hoja de su espada amenazante en el cuello.


-No he mejorado el combate cuerpo a cuerpo- lamentó Julie aún tumbada en el suelo.


-Si has mejorado y bastante Julie, realmente ha sido difícil derrotarte, has dado mucha guerra- contestaba su maestra con voz cansada. Bree le recordó que jamás debía darle la espalda al enemigo pues era peligroso ya que este podría atacarla a traición, como le había demostrado ella misma. Con el cuerpo magullado pero contenta, regresó a su cabaña a cambiarse pues para los entrenamientos usaba ropas de lana que había negociado con unos humanos a cambio de un cesto de verduras. Se metió en la bañera y descansó un buen rato hasta que sintió que su piel se arrugaba demasiado, por lo que salió y se fue a recolectar frutos de los árboles del valle.


Al acercarse la puesta de sol volvió a la aldea y se cruzó con varios niños que correteaban y jugaban entre las flores. Nanna fabricaba una capa larga de pétalos de Opstyr, una hermosa flor de color verde azulado cuyos pétalos eran muy resistentes e impermeables. Aquella flor crecía en el valle y era muy abundante, aunque era bastante difícil hilarla para confeccionar ropa, pero Nanna sabía como hacerlo. Además, su abuela reforzaba el interior de la capa con lana de oveja.


-Nanna, se supone que no debemos usar la lana de los animales porque la arrancamos de sus cuerpos, que la fabrican por necesidad, para caprichos nuestros- le dijo Julie a su abuela al verla.


-Esta es la lana que hemos quitado a las ovejas que no podían casi moverse por el exceso, las hemos ayudado y en lugar de tirar y desaprovechar esa lana yo le estoy dando un buen uso niña- contestó ella con una sonrisa en los labios. Esa noche Julie no tuvo pesadillas y fue un gran alivio pues llevaba muchas horas sin dormir y estaba muy cansada.

TyrusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora