Capítulo 4

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-¿Sabes qué, Julie? A veces sueño contigo, y te apareces ante mí como un hada de cabellos negros y mirada hipnotizante que me cautiva- soltó el muchacho mientras estaban tumbados en la hierba en una de las muchas tardes en las que habían acordado encontrarse. Ella levantó su rostro para mirarle y el chico le pidió que no se moviera porque estaba perfecta en aquel momento. La perfección estaba en la naturaleza en general, y solo se presentaba cuando ningún ser la alteraba, por suerte ella había podido presenciarla con los duendes, pero no creía en la perfección de los rostros o los seres como ellos, por eso arrugó los labios. Poco a poco acercó su rostro al de la joven y parecía que iba a robarle un beso cuando escucharon un ruido muy cercano. Ambos se sobresaltaron y Julie decidió volver a casa pues ya era tarde, además de que no estaba segura de lo que había estado a punto de hacer. Xean se despidió con un beso en la mejilla y la chica volvió a la aldea tocando la zona que él había besado.
Aquella noche Julie soñó con las hadas. El origen de las hadas lo había aprendido en los libros que encontraba en la pequeña biblioteca de la aldea, donde se contaba que las hadas habían nacido de la unión de una elfa y un humano, seres de distintas razas que habían creado otra nueva. Esta nueva raza contaba con características de ambas especies, pues se sabía que las hadas eran seres hermosos pero delicados, que habían desarrollado dotes mágicos con los que controlaban los elementos. La hermosura era herencia de los elfos pues estos eran esbeltos, altos, con la piel perfecta y de tonos aceitunados, oro, nieve y chocolate. También tenían las facciones simétricas y el cuerpo maravillosamente firme y trabajado por lo que eran de las criaturas más fuertes del planeta. Los humanos por otro lado también eran bellos pero su vida era más corta pues envejecian más rápido que las demás criaturas existentes y sus cuerpos eran mucho más delicados. Por este motivo las hadas eran los seres más hermosos del mundo pero vivían poco tiempo al ser también muy frágiles. Y seguramente este era el motivo por el que a veces las hadas se convertían en seres crueles que necesitaban humillar a las demás razas, pero este hecho Julie lo desconocía pues no figuraba en los libros que había alcanzado a leer. En cambio si había llegado a su conocimiento que de la unión de elfos y humanos también nacían seres que eran elfos completos o humanos completos, pero rara vez se daba el caso.
Unos cuantos días después, en la aldea del Valle de Siarn ocurrió algo que jamás había ocurrido antes: alguien robó un cesto completo de algodón recogido de la cosecha. Los duendes, al contrario de lo que parecía lo más razonable, no emprendieron una investigación u organizaron una reunión para buscar al culpable, pues estaba también en su naturaleza mantener la calma. Pensaron que quizás la cesta se había perdido y por vergüenza alguien no había admitido su error. Decidieron no pensarlo más y dar el tema por zanjado, aunque fue un duro golpe para Julie, pues se dio cuenta de que los miembros más veteranos de la aldea la miraban con cierto gesto reprobatorio. La chica tuvo que admitir en su fuero interno que de ser algún miembro de la aldea el ladrón, ella era la principal sospechosa pues era la única humana, y lamentablemente la naturaleza humana estaba marcada por el egoísmo, la avaricia y la envidia que tantas veces habían demostrado.
Poco a poco Julie se sentía cada vez menos tranquila entre los duendes, comenzaba a notar lo enormes que eran sus diferencias, a pesar de haber sido criada por ellos. Ahora que era una joven adulta, empezaba a sentirse fuera de lugar puesto que la vida que le habían marcado ya no le parecía aquella que quería vivir, ya no sabía si era culpa de su raza o simplemente era que algo en ella empezaba a fallar y por ello sus deseos internos habían cambiado de forma radical.

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