Final (2/3)

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𝙰𝙲𝚃𝚄𝙰𝙻𝙸𝙳𝙰𝙳

—Así que sí, Mew. Usé tu cuerpo, tus huellas están por toda la casa Attanut,

—Espera un momento. Qué... — Mew se sostiene la frente tratando de tragar toda la información lanzada hacia él.

—y en unos minutos el Sheriff Dew vendrá hacia aquí.

—Gulf, vamos, esto no es divertido. No es nada divertido. Me duele la cabeza.— Mew jadea cubriéndose los ojos con la mano.

—Sí, supongo que es un poco difícil adaptarse a todo cuando la vida te lo tira todo de cantazo ¿No? Aunque, joder, mi plan era matarte luego de matarlos a todos... Pero se me fue de las manos. Y ahora ando arrepentido de matar a una chica que sí quería apoyarme con todo su ser y a alguien que,

Mew deja de cubrirse los ojos para mirarlo. Gulf también lo mira a la cara. Dificultadamente traga fuerte. Mirándolo como si intentase no hacerlo con deseo ni aprecio. Nada que se viese familiarizado con la palabra "agrado". Con la mirada extensa de ambos, mayormente la mirada herida de parte del azabache, el moreno carraspea no para reforzar sus cuerdas vocales sino para desviar sus ojos. Fingir que está bien con su propio plan. —no importa. — Dice como último.

—¿Por qué a mí? — Susurra casi sin voz el azabache. Sus fosas nasales agrandandose e achicandose solo lento por 1.0 segundos. Sus ojos completamente cristalizados. Quiere llorar. Tal vez no las tiene, pero siente el peso de mil cuchillas en su espalda y especialmente una espada atravesada al corazón. —¿Por qué elegiste usarme?

—¿En serio no me recuerdas? — Pregunta igual de dolido el moreno. Mew frunce el ceño tisteando un poco su cabeza por nervios involuntarios.

Ante el silencio, Gulf comienza a sonreír con demasiado dolor.

𝟷𝟺 𝙰𝙽̃𝙾𝚂 𝙰𝚃𝚁𝙰́𝚂

Al Gulf de diez años lo enviaron a un colegio de parte del orfanato. Aunque era un colegio normal como el de cualquier niño; no solo habían huérfanos ahí. Era mixto todo e incluso los huérfanos eran tratados tal y como los que tenían padres.

En cierto día de sus primeras semanas, Gulf comprendió que nadie quería ser su amigo. Que él solo debía enfocarse en sus estudios y que la oscuridad de los salones era su sitio preferido. En ese día se quedó en un salón incluso si ya todos se habían ido. Los demás pensaron que fue porque su maestro lo regaño. O que lo castigo. Pero nada de eso fue la situación, él simplemente se quedaba ahí a contestar las tareas supuestas para el hogar.

Un niño algo más alto se sentó a su izquierda, mirando únicamente los apuntes hermosamente cursivos del dotado. Su caligrafía para aún ser un niño era más excelente que la de la profesora. Aún se desconoce si eso es un insulto o una buena enseñanza. 

—¿Qué haces? — Pregunta el niño.

Tomado por sorpresa, el otro voltea hacia él con sus cejas alzadas. Mirando con sorpresa al otro pues ya se le era raro que alguien se le acercase. Ya ni en eso se confiaba. Se ve asustado de cierta manera.

—Contesto la tarea.— Se asincera antes de regresar la mirada al cuaderno.

—¿No puedes hacer eso en tu casa?— Insiste el otro como un detective amateur, mirada despreocupada puesta mientras se sujeta un lado de su cabeza apoyando el codo en la mesa. Se le queda viendo.

—No tengo una casa ni padres. Mi casa es un orfanato. Con los tantos ruidos que hay ahí prefiero hacerlos aquí.

Mm. Así que ese es el caso.

—¿Tú qué haces aquí?

—Me~es~condo~.

—¿De quién?

𝗘𝗡𝗚𝗔𝗡̃𝗔𝗠𝗘, 𝗦𝗜 𝗣𝗨𝗘𝗗𝗘𝗦| MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora