Cap.33

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Kiliam Evans

Abrí los ojos sintiendo el cuerpo de Luzbel demasiado caliente contra el mío

Llevé mi mano a su frente, notando la fina capa de sudor en esta y la alta temperatura que tenía su cuerpo, efectivamente tenía fiebre, mucha

Me liberé de su agarre con cuidado y me moví por la tienda de acampar buscando el botiquín

Me di una cachetada mental cuando recordé que efectivamente lo traje por si sucedía alguna emergencia pero que se me había quedado en el auto

Observé a Luzbel, no era conveniente dejarla sola, pero debía de ir por ese botiquín

Tomé una linterna y dejé un beso sobre sus labios mientras le murmuré que volvería pronto

Me dirigí a la carpa de los gemelos y empecé a mover a Kenisha

-Kenisha –susurré

-¿Qué? –gruñó molesta

-¿Qué sucede? –preguntó un adormilado Kennedy

-Luzbel tiene mucha fiebre, debo de ir al auto por el botiquín y no la quiero dejar sola –hablé

-Te acompañaré –Kennedy bostezo

-Iré con ella –Kenisha lo imitó

Salimos de la tienda y ella fue con Luzbel mientras nosotros nos dirigíamos al auto

-¿Sabes que muchas películas de terror empiezan así? –cuestioné con diversión

-Cállate –bramó molesto mientras encendíamos las linternas

Caminamos en silencio, era así hasta que un sonido anormal quebró el armonioso silencio que se había formado

-¿Qué fue eso? –tartamudeó Kennedy

-Algún animal debió quebrar alguna rama –le resté importancia

-Como salte un asesino de entre los arbustos, te lanzaré a ti y tomaré el tiempo que dure asesinándote para huir –advirtió

Me reí mientras a lo lejos comenzaba a ver el auto

-Allí está –lo señalé

-Qué bueno, que bueno, apúrate –me empujó

Me reí porque claramente estaba aterrado, y aunque era divertido le agradecía el hecho de acompañarme, Kennedy y la oscuridad no eran amigos, así que era un gran gesto el que decidiera venir conmigo

Una vez llegamos a donde estaba el auto, abrí el maletero y saqué el botiquín

-Mmm, hermano –Kennedy habló en un hilo de voz –debes de ver esto –el terror era obvio en su expresión

Cerré el maletero y me detuve a su lado

-¿Qué cosa? –cuestioné

Cuando no habló y se quedó mirando un punto fijo seguí su mirada encontrándome con un par de ojos rojos entre unos arbustos

Fruncí el ceño alumbrando en esa dirección y me reí con lo que encontré

-No sabía que le tenías miedo a los conejos –bromeé

-No te burles –carraspeo –nunca en mi vida volveré a acampar –fingió escalofríos

Me reí nuevamente y retomé el camino por el que habíamos venido

Creo que nos tomamos menos tiempo esta vez porque al parecer Kennedy estaba muy ansioso por llegar, poco le faltaba para echarse a correr

Cuando vimos montado el campamento este sonrió

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