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— ¡Ennardie! — llamó el peligris. Ennard no respondió. — Ennard... ¿estás? — nuevamente, no obtuvo respuesta —, Ennard Nathaniel Daniel Circus-Fazbear, ¿dónde demonios andas?

Ennard no hizo caso. Yenndo ya más preocupado, dejó de llamarlo y empezó a avanzar por el departamento. La oscuridad de la noche caía sobre él, y por más que buscaba, no encontraba las luces. Yenndo temió.

Odiaba tanta oscuridad junta, sonaba tonto, a sus más de treinta años aún temiéndole a la oscuridad, pero sin Fatmir y sus tonterías durante la noche cuando niño, sin los abrazos del peliblanco cuando se levantaba a media noche temblando, sin la más mínima luz dentro del departamento o de la calle siquiera, provocaba que Yenndo contara cada paso que daba e hiciera temblar su espina dorsal en escalofríos.

Yenndo llegó hasta la habitación, abrió la puerta con dificultad, temblando fuertemente y casi haciendo rechinar sus dientes, y nuevamente no vio nada, excepto un bulto negro sobre su cama, todavía aún entre la espesa oscuridad casi material que reinaba en el ambiente. El único color que diferenciaba aquella escena, era un leve líquido color escarlata que le heló la sangre.

Yenndo se levantó de un salto gritando. La noche era realmente oscura, pero la luz de la ciudad se filtraba fuertemente entre las ventanas. El reloj marcaba las tres de la mañana, y del susto por su grito Ennard terminó tumbado en el piso.

— ¡Yenndo! No grites así — le dijo Ennard sobándose la cabeza a los pies de la cama —, ¿qué pasó, mi amor?

Yenndo había logrado calmarse un poco, quizás escuchar el golpe debajo de la cama había quitado un poco de la impresión.

— Discúlpame — respondió el peligris, dándole la mano a Ennard, ayudándole a levantarse —, tuve una pesadilla.

Su esposo se levantó, limpiándose la pijama que se había ensuciado con un poco de polvo en el piso. Se sentó al lado del Fazbear, acariciando su cabello y besando su mejilla.

— ¿Qué pasó? ¿Qué soñaste? — preguntó el Circus.

— No estoy seguro, fue raro. No te encontraba, todo estaba terriblemente oscuro y cuando entré a la habitación había sangre, eso creo.

— Oh..., soñaste que moría — dijo Ennard, haciéndose el interesante acarició su propia barbilla en "molde" filosófico —, debe ser porque comí lleno.

— ¿Qué?

— Baby me dijo — habló —, que Golden le dijo...

— Teléfono malogrado.

— Le dijo que cuando sueñas que alguien muere es porque comió lleno.

Yenndo rió, abrazando a Ennard contra él, dejando que el de mejillas rojas se acurrucara junto a él, ambos cayendo a la cama aún abrazados.

— Te amo, temía mucho perderte — confesó el joven Fazbear.

— Lo sé, cariño, eso no va a pasar — dijo Ennard besando la mejilla del más bajo.

 YENNARD SOFT ; fnaf au Donde viven las historias. Descúbrelo ahora