Capítulo 4

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Dana

―La prudencia no es lo tuyo, eso está claro ―pronuncia con su voz todopoderosa. Dios mío, acabo de limpiarme ahí abajo y ya creo estar mojada.

Sus ojos hacen un repaso por todas las partes de piel que mi elegante vestido deja a la vista. Mi escote, a pesar de no ser muy pronunciado, se lleva la palma. No sé cuánto tiempo pasa desde que termina de hablar, pero de lo que sí soy consciente es de su mano derecha deslizándose suave y tortuosamente por mi espalda. Juro que siento la quemazón en cada parte de mi cuerpo, a pesar de que hay una tela de por medio.

―Y yo pensaba que no eras de los que van solos ―respondo cuando recuerdo que tengo voz―. Y también me haces pensar que eres diferente cuando tus amigos no están cerca.

―¿Qué te hace pensar eso? ―pregunta juntando nuestros cuerpos un poco más. No sé si es consciente de lo mucho que me altera su mero contacto.

―Anoche, en cuanto abriste los ojos, pusiste distancia conmigo. Hoy pareces anhelar mi toque ―finalizo susurrando.

―Te equivocas ―intenta soltarme, pero subo una mano por su pecho hasta aferrarme a su cuello, mientras con la otra vuelvo a pasar su brazo a mi alrededor.

―Tu cuerpo dice lo contrario ―mis tacones me permiten casi alinear nuestros rostros, acelerando mi pulso. Sólo espero que no note mi desesperación.

―Soy humano. No todos los días se abalanzan sobre mí como tú anoche. Ni se atreven a venir a mi restaurante al día siguiente en busca de más.

¿Su restaurante? Oh, dios mío. Dioses, si escucháis mis pensamientos, gracias por hacerme llegar hasta aquí. Y por hacer que me meara hace unos minutos.

―No sabía que esto era tuyo ―digo al relamerme los labios―. Eso sólo lo hace mucho más tentador ―susurro casi sobre su boca. Que no me aparte es una buena señal.

―¿Qué es lo que te tienta, exactamente? ―responde de la misma manera, sin apartar los ojos de mis labios.

―Tú ―pronuncio para, acto seguido, besarlo con ansias. Juro que lo necesito.

Su lengua se adentra en mi boca magistralmente. Esta vez lo hace de inmediato, como si lo ansiara tanto como yo. No hay mejor sensación que esta. Él me aprieta contra él, como si quisiera fundir nuestros cuerpos. Mientras nuestras lenguas juegan la una con la otra, mis manos aprietan el trozo de su camisa que hasta ahora se encontraba rozando sus pectorales. Lo que daría por pasar mi lengua por todo su torso...

Sus dientes atrapan mi labio inferior con una ferocidad que provoca todo un incendio dentro de mí. Gimo sin poder evitarlo, lo cual provoca que una de sus manos apriete mi nalga derecha. Sin poder aguantar más, bajo la mano que se encontraba en su torso hasta su entrepierna, agarrando su erección como puedo a través del pantalón.

―No podemos hacer esto aquí ―susurra en un pequeño descanso. No debe estar muy convencido, porque, acto seguido, vuelve a devorar mi boca.

Mis manos desabrochan sus pantalones con habilidad mientras continúo besándolo. Cuando se da cuenta de mi intención de sacar su pene a respirar, se aparta ligeramente para meterme de nuevo en el baño de mujeres. En cuento nos cierra en uno de los compartimentos, su mirada me transmite lo que tanto deseo: no va a parar si yo no lo hago.

―Quiero follarte... ―parece dudar, así que me anticipo a su pregunta.

―Dana. Me llamo Dana ―mi voz sale entrecortada, pero no suena muy diferente a la suya.

―Yo soy Lando. Creo que sabes que estoy encantado de conocerte.

Sus labios vuelven a apoderarse de los míos, pero no es lo que más quiero en este momento.

Lentamente, me arrodillo frente a él, sin apartar mis ojos de los suyos.

―Yo también quiero mostrarte lo encantada que estoy ―digo con la voz más seductora que mis cuerdas vocales me permiten.

Sin más dilación, saco ágilmente su miembro con una de mis manos y me lo meto en la boca. Lando intenta ahogar un gemido, pero la sorpresa no se lo permite, lo que le hace producir un sonido de lo más erótico.

Durante varios minutos, me recreo en la sensación de su pene entrando y saliendo de mi boca, de sus estremecimientos cuando mi lengua juega a lo largo de su extensión. En uno de los momentos en los que mi lengua traza círculos en su glande, él parece estar a punto de venirse, porque agarra mi cabeza con ambas manos y, salvajemente, introduce su polla hasta mi garganta, culminando en ella. Inmediatamente, agarra su miembro para sacarlo, con expresión de vergüenza. No se lo permito del todo. Ubico mi mano sobre la suya y permito que todos sus fluidos terminen en mi boca. La mirada que comparte conmigo al hacerlo es, simplemente, perfecta.

―Perdóname, no pretendía hacer eso sin avisar ―se disculpa cuando me levanto.

―Me ha gustado, descuida ―sonrío y le doy un beso breve, pero lo suficientemente largo para que pruebe su propio sabor―. Se supone que el placer era para ti, pero he disfrutado más de lo que te imaginas.

―Lo sé ―suspira―, y, aunque no debería, quiero más de ti. Es como si un imán me evitara apartarme.

―No vayas en contra de los impulsos, Lando. Seguirlos es mi motivación, y me va muy bien, así que te lo recomiendo ―murmuro.

De manera gentil, sus manos acarician mis mejillas y me besa suavemente. Mis dedos se posan en sus costados, esta vez sin ansiedad, sólo disfrutando de su toque, de la atmósfera que se ha creado entre nosotros... De él.

―Dana, ¿sigues aquí? ―pregunta Nona. Mierda, ha venido a buscarme.

―Sí, ahora voy, emergencia de tipo dos, lo siento.

―Te espero en el coche, ¿entonces?

―Sip, salvo que quieras oler mi maravillosa fragancia natural.

―Adiós, asquerosa ―se despide. En cuanto sus risas dejan de escucharse, suelto un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.

―Si te hubiera visto, esto habría sido un show, es una maruja ―me disculpo.

―Tranquila, es lógico que te avergüences. Soy demasiado mayor para...

―Alto ahí ―le interrumpo, seria―. ¿Piensas que me avergüenzo? Te besé en un local lleno de gente. En todo caso eres tú el que lo hace, porque con gente me apartas y, a solas, te dejas llevar.

―Podrían pensar que me aprovecho de ti, lo único que quiero es respetarte ―explica.

―Demuéstramelo, entonces ―replico.

―Te están esperando, Dana ―sonríe, burlón.

―Dame tu móvil ―exijo con mi mano levantada, esperando a que me lo de.

Sorprendentemente, lo hace sin rechistar. Una vez lo desbloquea, agrego mi número a su agenda, guardándome con un corazón tras mi nombre.

―Escríbeme en un par de horas y te digo dónde recogerme.

―No te he dicho que pueda esta tarde, Dana.

―Vale ―bufo―. ¿Puedes? ―pregunto, batiendo mis pestañas.

―Haré un hueco ―ríe―. Pero antes, dime, ¿no te importa la diferencia de edad?

―Aún no nos la hemos dicho ―respondo―. Pero ya es tarde para arrepentirse ―abro la puerta del cubículo y me doy la vuelta en la puerta de los servicios―. Ahora sólo toca disfrutar.


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Se ha prendido la cosaaaa (inserte llamita aquí).

¿Qué os ha parecido? Estos dos son pura atracción... ¡Esperemos que disfruten mucho tiempo!

Me encantan los comentarios, así que agradecería que lo hicierais. 

¡Un abrazo enorme!

Un Peligroso Azar (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora