Capítulo 4

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4 - Tengo planes

Debería regar los helechos. No son muchas las personas que los compran pero eso no quiere decir que deba descuidarlos.

Creo que debería comprar algunos, mi casa se ve un poco vacía.

A ver.... ¿Cuáles llevo?

—Esos. Tienen mejor aspecto

No me hacía falta darme la vuelta para saber quién era. Conocía bien esa voz, siempre tan suave que me producía una sensación extraña. No de nervios. Más bien....de tranquilidad.

—Miren. Tenemos una chica que sabe reconocer las mejores plantas. -dije divertido dándome la vuelta.

—Oh. Cállate

—Esta bien. ¿Me ayudas?

Esbozando una pequeña sonrisa divertida se acercó.

—¿Cuales dices que son mejores?

—Esas.

—Okey... Me sorprende verte por aquí.

—Tenía que comprar algunas cosas cerca y decidí pasar a verte.

—Y mira como son las cosas. —Ahora estás ayudándome a elegir helechos.

—Tengo buen gusto.

—Jamás dudaría de eso.

La verdad es que si tiene un muy buen gusto en plantas. Elegí las que ella me recomendó. No fueron muchas, pero serán suficientes para darle vida a mi casa.

Después de que me ayudara a elegir las plantas me acompañó en el mostrador un rato. Todavía faltaba como una hora para que terminara mi turno.

Tenía muchas ganas de hacerle una pregunta. Pero sentí que todavía no era el momento.

Así que me decidí por otra.

—Oye. -dije atrayendo toda su atención. Adoraba ver cuándo sus ojos verdes se oscurecían un poco con la curiosidad.
—¿Te gustaría ir conmigo a una fiesta?

Al ver que no decía nada me apresuré a seguir hablando

—Diego y Victoria también irán...... Entonces.... ¿Quieres ir?

Silencio

—Lo siento, me gustaría acompañarte, pero.. Tengo planes.

Mierda

Esas simples palabras me sentaron como una patada en el estómago, pero igual intenté disimular mi decepción

—Descuida.... No importa

—De verdad quisiera ir... pero ya tengo planes hechos.

—Te he dicho que no importa. Tranquila. Esbocé una sonrisa un poco triste.

—Bueno... Ya tengo que irme, pero también quería entregarte esto

Mi cara pasó de la curiosidad a la sorpresa cuando sacó de su mochila una sudadera, la misma que le había prestado esa noche en el parque.

—La lavé. Muchas gracias por prestármela. Me dijo con una sonrisa.

—De nada. Pero no hace falta que me la entregues. Tengo más.

—No podría quedármela. Es tuya.

—Pero yo insisto. A parte...hoy hace frío. No quiero que mi clienta favorita se enferme.

A la Sombra del JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora