Capítulo 2: Un paso a la vez

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Ya tenía veinte años, el tiempo pasa rápido cuando todo lo que hay alrededor es dolor y tragedia, ahogué mi dolor en la música y en las viejas cosas que encontraba en el dormitorio de Yekun: juguetes (algunos que yo había roto), ropa, encontré la ...

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Ya tenía veinte años, el tiempo pasa rápido cuando todo lo que hay alrededor es dolor y tragedia, ahogué mi dolor en la música y en las viejas cosas que encontraba en el dormitorio de Yekun: juguetes (algunos que yo había roto), ropa, encontré la colonia que solía usar para ocultar el hecho que fumaba y decidí perfumar su cama que a veces usaba, ordené sus libros, hice cualquier cosa que estuviera en mi alcance para aplacar lo que estaba en mi mente. Terminé la preparatoria en casa, no haber tenido una ceremonia de finalización se sintió agridulce, pero mi psicológa me hizo entender que hice lo que pude con las herramientas que tenía a mi alcance en ese momento. Recuerdo haber leído que el dolor es como una pelota en una habitación, que al comienzo es grande y que ocupa todo el espacio, es doloroso siquiera respirar, pero que con el tiempo ésta se desinfla, pero nunca se va y aprendes a vivir con esa pelota en tu pecho, aprendes a existir con ella, pero nunca se irá. Así me sentía ahora, con esa pelota entre mis manos y simplemente aprendiendo a lidiar con ella, a subsistir en esta nueva realidad y, ¿por qué no? A cambiar esta realidad si yo quisiera, y mi plan era hacer que esta realidad al menos fuera soportable para mí, aceptando que nunca podría volver a lo que solía ser antes del accidente.

Deberías saber que ya no estoy enojada con Yek, si él hubiera tenido control sobre el destino, estoy segura que él habría elegido quedarse con nosotros. Aprendí a perdonar esa parte de mí para liberarme de lo que me ataba al dolor, pero aún no podía concebir todo lo que había pasado en el accidente, todavía tenía sueños sobre los momentos previos al accidente como si fuera en cámara lenta: él y yo cantando juntos las canciones que ponía en la radio, bailando en mi asiento y cantando los coros como si fueramos unas estrellas del rock. Sueño con los momentos felices, como cuando eramos niños y él me prestaba sus juguetes, o cuando él era invitado a mis fiestas de té donde los demás invitados eran mis muñecas y mis osos de peluche. Pero luego esos sueños se transforman en un camión golpeando nuestro auto, cristales volando en el interior y después...sangre, mucha sangre. Generalmente despierto gritando por Yek envuelta en sollozos y en un mar de lágrimas, ellos vienen a consolarme e Ingrid me canta alguna canción de cuna para que vuelva a dormir. Es una rutina que se repite cada noche de por medio, son pocas las noches que duermo tranquila o siquiera duermo en absoluto y cuando no logro conciliar el sueño, abro la ventana y me siento en el alféizar mientras escucho música por mi celular. Últimamente he estado siguiendo a Negligence, escucho sus canciones una y otra vez, me hacen sentir tranquila y también me brindan algo de consuelo, como si ellos entendieran exactamente lo que siento.

Había vuelto a escaparme de casa, volví a la vieja rutina de ir a conciertos a escondidas en la vieja bicicleta que Yek y yo solíamos usar, estos conciertos me daban un sentido de pertenencia que había perdido hacía muchos años, me reencontré con los viejos amigos de Yek de esos lugares y pude conocer aún más lo que él solía ser. Me contaban historias graciosas de él, de lo asustado que parecía la primera vez que fue a un concierto, de la vez que casi lo muelen a golpes por una confusión, conocí otra parte de él, esa que no mostraba a su familia y que le daba rienda suelta con sus amigos. Ellos me aceptaron como una más de ellos, a pesar de que era la única chica en el grupo, pero ellos me querían y me protegían como si fuera su hermana menor. Eramos cinco en el grupo: Jake, que era todo un bromista y al que se le ocurría muchas locuras, Tyler, que era un poco más serio y siempre tenía información sobre nuevos conciertos underground, Adam, que había sido más cercano a Yek y casi como un hermano para él, y por último estaba Ryley, que era novio de Adam y con quien me sentía más cercana además de compartir todos los chismes. Todos ellos se integraron a mi vida como una nueva familia, nadie hacía muchas preguntas y cuando estaba mal, podía recurrir a ellos. Eran una de las pocas conexiones que me quedaba con Yek, me dí cuenta que una parte de él vivía en todos ellos y era como si todavía lo tuviera presente conmigo. A veces pienso cómo sería la vida si Yek aún estuviera aquí, y a partir de ese pensamiento me surgen muchas preguntas dolorosas, ¿mamá y papá seguirían conmigo?, ¿cómo habría sido la ceremonia de graduación de la universidad? Son cosas que nunca podré saber porque la vida tomó otro rumbo, pero aún tenía a la otra parte de mi familia que me quería mucho como mis tíos Ingrid y Svein. Antes el dolor no me permitía ver que era amada y que sigo siendo amada, pero ahora lo podía ver y era sanador, tenía nuevos amigos y estaba entusiasmada por empezar la universidad.

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