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Los meses habían pasado demasiado rápido, dejando atrás muchas de las festividades del año. Halloween, Navidad, Año Nuevo... Todo había pasado como si de un suspiro se tratase, tan efímero.

Sin embargo, el paso acelerado del año no había hecho más que condenar a los estudiantes, quienes ahora se encontraban atrapados entre aquellas semanas previas a los exámenes.

Las celebraciones parecían tan lejanas en ese momento, como si ni siquiera pertenecieran a ese año. Los exámenes finales eran la preparación ideal para las determinantes jornadas de selectividad, que cambiarían su vida para siempre.

Determinarían el curso de su historia, su futuro. Así que no fue ninguna sorpresa que los alumnos del último año no se encontrasen en ese momento envueltos en aquella burbuja de amor característica de las fechas, como el resto de los cursos. La fiesta del amor había empezado y, pese a que todos los años el instituto hacía algo para amenizar este día, los alumnos de último año, en su mayoría, ni siquiera se habían dado cuenta del día que era.

O al menos, así se había mantenido hasta que la pareja más popular de la institución había entrado al aula, con ese aspecto tan impecable que tanto los caracterizaba. Las sonrisas en sus rostros eran radiantes y sus gestos parecían haber sido preparados para ser incluso más melosos que de costumbre.

Junto con una alumna de la última línea de ese curso, eran los delegados de último año, los responsables de que las cosas siguiesen fluyendo pese a la necesidad de los alumnos de no separarse de sus apuntes y de sus libros de texto. Por tanto, como durante el resto de festividades, habían sido mandados por el director para repartir los folletos con las actividades de ese día.

Como tradición, los alumnos de último año se veían obligados a tomar parte en el evento. Necesitaban recaudar el dinero suficiente como para que la fiesta promocional fuera increíble, el mejor recuerdo que pudieran mantener, digno del final de una etapa tan importante.

En ese folleto se encontraban las actividades asignadas a cada alumno, su compromiso con la escuela, con su clase y con ellos mismos. Los delegados los repartían mientras mediaban apenas unas palabras con el resto de sus compañeros, algunos celebraban por sus respectivos papeles en la festividad, mientras que otros no podían evitar quejarse ante lo que les tocaba.

Unos pocos preguntaban las preguntas de siempre, sobre todo sobre la fiesta que se celebraría a final del día por San Valentín, un pequeño baile informal en el gimnasio al que todos los alumnos estaban invitados a ir, tanto con acompañante como sin él. El amor se presentaba de diferentes maneras, y a veces simplemente no lo hacía.

Ten recibió el papel con cierta tranquilidad, aunque ni siquiera se molestó en mirar a la persona que se lo entregó. Antes se hubiera regañado mentalmente por no haberle sonreído, pero ya no le importaba. No había tardado en darse cuenta que la amabilidad nunca la ayudaba. Si le quería hacer daño, se lo harían sin importar cómo él respondiera. Además, ya con el folleto en las manos era imposible que algo peor de lo que le esperaba de por sí, fuera planeado.

Suspiró mientras leía sin ganas el folleto. No se sorprendió al leer su nombre junto al de sus amigos para la cabina de besos. También había un par de chicas más y un nombre que no reconocía. Un cuarto chico. Eso no le gustó nada. No sabía quién sería el desafortunado, pero no debería haber hecho nada bueno sí había sido llevado a la cabina de los besos.

- ¿La cabina de besos? -gruñó Renjun- Ni siquiera he dado mi primer beso, ¿cómo se supone que vaya a hacerlo?

El enfado solo había sido su estrategia para esconder la impotencia que le daba la situación. Ten siempre lo había considerado un idealista romántico, pero nunca le había molestado, era parte de su encanto.

bad, bad boy [TenYang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora