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¿Cómo había acabado ahí?

No se consideraba a sí mismo como una persona fiestera. De hecho, todo lo relacionado con ellas le generaba un rechazo natural. No le gustaba beber demasiado, entre el sabor de las bebidas y su poca resistencia al alcohol, siempre trataba de evitarlo. Bailar en público a una música que, en muchas ocasiones, ni siquiera le gustaba, tampoco le parecía el mejor plan del mundo. Sobre todo cuando en las improvisadas pistas solían congregarse demasiadas personas.

Suspiró, encontrándose a sí mismo de nuevo haciéndose la misma pregunta. ¿Cómo había acabado en aquel lugar? Aunque la respuesta la sabía de memoria.

De acuerdo con su reputación, no debería perderse ninguna. Así que se había visto obligada a asistir a todas las fiestas que sus compañeros habían tenido a bien organizar, y esta no marcaría la diferencia.

Sus ojos vagaron por la multitud que se acumulaba en la habitación. Había reconocido algunos rostros de su instituto, pero juraba que a la mayoría no los había visto nunca. Eso era bueno, significaba que habría también menos ojos centrados en él, analizando cada uno de sus movimientos.

En momentos como esos, en los que se sentía tan solo rodeado de personas, no podía evitar que se acentuase la ausencia de uno de sus mejores amigos. ¿Cuánto llevaban ya sin hablar? Echaba de menos a Dejun de normal, pero ahora el sentimiento parecía haber explotado en su interior.

A él tampoco le gustaban demasiado las fiestas y, de hecho, solían pasar cada una de las fiestas juntas en su misión de cuidar de Renjun. Aunque no lo pareciera, el inocente y tímido Renjun amaba el ambiente festivo. Estaba acostumbrado a usarlas como vía de escape a una realidad que lo atormentaba. Cada vez que anunciaban una nueva fiesta, su cuerpo parecía vibrar en sintonía de la música. Le gustaba desinhibirse de todo aquello que nunca había podido controlar. Durante un tiempo, dejaba de ser señalado o, al menos, dejaba de importarle serlo, y se limitaba a olvidarse de todo y disfrutar.

A veces, sentía envidia de su voluntad. Reía, bailaba, como debería hacerlo una persona de su edad. Disfrutar del momento, aprovechar su juventud para hacer todas las tonterías posibles. Bueno, en realidad ellos paraban cualquier cosa de la que supieran que Renjun se pudiera arrepentir al día siguiente. Solo por si acaso.

Como en ese momento. Sus ojos seguían los movimientos de su amigo, mientras se debatía en qué momento debería de intervenir.

— ¿No bebes? —Una suave voz atrajo su atención. El dueño de la casa se encontraba a su lado, en sus manos sendos vasos rojos de plástico—. Es para ti, creí que lo querrías.

Por inercia, estiró su mano hasta recoger el vaso. Sus ojos se desviaron de nuevo hasta encontrar a su amigo entre la multitud. No hizo amago siquiera de llevarse el vaso hacia los labios, simplemente lo mantuvo como si fuera un accesorio más en esa rutina. Podía notar la presencia ajena aún a su lado, como si esperase algo de él.

— Oh, vamos —bufó divertida—. ¿En serio? ¿No te fías de mí? —preguntó fingiendo estar ofendido— Oye, no estarás pensando que he puesto droga en tu vaso, ¿verdad? Si quieres te lo cambio, si así te quedas más tranquila.

— No me gusta beber —explicó. No planeaba entrar en más detalles. De hecho, esperaba que el contrario lo entendiese como una señal para que se retirase.

— ¿Por qué no lo pruebas? Estoy segura de que te va a gustar.

Bajó su mirada hacia el líquido. ¿Debería intentarlo? Llevaba sin probar el alcohol desde su primera fiesta. No fue la mejor experiencia. Ya no solo había sido el sabor en sí de la bebida, sino el regusto agrio que se le había instalado en la boca y que la había acompañado durante toda la velada. No estaba seguro de querer darle una segunda oportunidad, y menos bajo el simple pretexto de que una persona pensaba que le podría gustar.

bad, bad boy [TenYang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora