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Últimamente, los días parecían reírse de él. El sol tan alto, el cielo tan despejado. La ironía del destino, que guarda el mejor tiempo para los peores momentos.

Le hubiera gustado que el tiempo se asemejase a su confusión, a su lucha interna, como en el romanticismo, cuando la naturaleza reflejaba el estado de ánimo y los sentimientos de los personajes, o del autor.

Comprobó de nuevo la dirección que YangYang le había mandado unas horas atrás, apenas le quedaban unos pasos para llegar al lugar.

Frunció el ceño cuando observó la fachada del edificio que se encontraba completamente decorada por grafitis, uno al lado de otro creando una armonía en medio de un contraste sin fin. El lugar destacaba en el aburrido barrio de la ciudad. Nunca había estado en un lugar así, y tampoco se hubiera esperado un ambiente así para una cafetería.

Comprobó el nombre del local una última vez antes de ingresar. Quería asegurarse de que no se encontraba en el lugar equivocado. No lo estaba.

Empujó la puerta que, como las ventanas, estaba decorada con un cristal ahumado, que daba la primera bienvenida al ambiente del interior. Las paredes de ladrillo expuesto combinaban a la perfección con las paredes lisas, que estaban en su mayoría acompañadas por algunos dibujos más. Se preguntó si todo habría sido diseñado por la misma persona, o si se trataba de una recopilación de artistas. Cada uno de los dibujos difería tanto del anterior. Se notaba que a la cafetería también le correspondía una vida nocturna, posiblemente mucho más interesante. Sin embargo, nadie parecía sentirse fuera de lugar allí. No había nadie que pensase demasiado en el lugar. No como él.

Avanzó por el lugar en busca de YangYang. Cuantos más pasos daba, más parecía estar entrando en otro mundo. Una dimensión donde esa era la normalidad. La temática oscura e íntima se distanciaba mucho de las cafeterías a las que normalmente iba, donde la luz y los tonos claros y pasteles eran los más recurrentes. Llegó a las últimas mesas sin éxito. YangYang no debía haber llegado aún.

Suspiró mientras tomaba asiento en una de las pocas mesas que quedaban disponibles, bastante alejada del resto. Mejor. Dudaba que aquello fuera a salir bien, y no quería que se montase ninguna escena. O ser descubiertos… Aunque dudaba que muchos de sus compañeros frecuentasen un establecimiento como aquel.

De hecho, no dejaba de sorprenderle el hecho de que YangYang conociera el lugar. Él nunca se había encontrado con nada parecido, ni siquiera en las pocas ocasiones que iba de fiesta.

Miró el reloj. YangYang llegaba tarde. Luego, miró las paredes. Había algunas zonas libres de pintura. No había diseños estrambóticos decorándolas, pero había cuadros que no dejaban que se sintieran desnudas. Observó el que se encontraba frente a él. Distinguió la forma de una flor, delicada, frágil, grácil, pero tan oscura como si hubiera sido corrompida.

La belleza de lo tentador, el peligro del deseo profundo. Sabía que no era una foto, pero bien podría haberlo sido. Su mirada se perdió en los trazos, su cabeza viajando al simbolismo. ¿Qué era una flor? ¿Qué significaba? ¿Qué quería decir el pintor? Casi hubiera querido encontrar una placa a su lado, como en los museos, que le hablase del cuadro.

La imagen que no dejaba salir de su mente, el secreto de lo prohibido. Empezó a jugar con uno de sus anillos, reprimiendo las ganas de levantarse y acercarse al cuadro, de tratar de ver más allá.

— ¡Ten hyung! —Una voz lo sacó de su ensoñación. Sus ojos se dirigieron de inmediato a la figura que ahora se encontraba frente a él—. Lo siento mucho por el retraso, prometo que iba bien de tiempo hasta que ya no...

Inconscientemente, sus ojos recorrieron el cuerpo contrario. No estaba acostumbrado a ver a YangYang con ropa de calle, y pese que él mismo debía admitir el haberse arreglado, no sentía que se pudiera ver tan bien como el contrario.

bad, bad boy [TenYang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora