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Dos días. Ese era el tiempo que llevaban sin hablar con Dejun. No es que no lo hubieran intentado, sino que parecía que el otro no pretendía dar señales de vida.

Los mensajes que le mandaban parecían nunca llegar, su móvil apenas había sostenido las primeras llamadas antes de que fuese apagado. Cualquier comunicación con él se había tornado imposible. Además, tampoco estaba yendo a clase. Por lo poco que habían conseguido escuchar, Dejun había sido convocado por sus padres para ocuparse de uno de los temas relacionados con sus trabajos. Una mentira clásica y, aun así, no más que eso. Ellos conocían a la perfección la dinámica de la familia de Dejun. Ellos nunca lo llamarían a él. Para eso, ya tenían a Lucas, el perfecto hijo siempre a la altura de los deseos y las expectativas de sus padres.

Casi parecía irónico que Dejun hubiera elegido esa excusa para justificar esa situación.

— ¿Hola?

Ambos miraron al joven que se había parado frente a sus pupitres. Pese a saber quién era, Ten no estaba seguro de haber hablado con él nunca. Sus afilados ojos lo miraron con expectación, tratando de encontrar en sus gestos nerviosos por qué se encontraba allí. La respuesta a su pregunta estaba sentada a su lado. Renjun no había tardado demasiado en tensarse al recibir la atención del joven. No esperaba que lo fuera a buscar, mucho menos que quisiera hablarle. Y si era sincero, hubiera agradecido que no lo hiciera.

Tenerlo delante solo le recordaba lo que había pasado, le hacía enfrentarse a la realidad que, durante unos momentos, había sido capaz de ignorar.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó de mala gana.

— Vine a disculparme —contestó avergonzado. Agachó su cabeza ligeramente, casi con pesar—. El otro día te ofendí, creo. No quería hacerlo. De verdad, yo…

— ¿Crees que me ofendiste? —ironizó Renjun. Sus palabras estaban especialmente envenenadas, delatando la realidad. Cualquier cosa que hubiera pasado, sí había tenido influencia en él. Ten no recordaba nunca haber escuchado un tono tan mordaz por su parte. Renjun era dulce y atento, siempre con una sonrisa, siempre demasiado bueno para su entorno—. Para eso deberías importarme, ¿crees que lo haces? Todos los días los alumnos hablan de lo mismo, una y otra vez. ¿Ves que me importe?

Los puños se apretaron a ambos costados de su cuerpo mientras intentaba decir algo, pero las palabras no parecían salir. Abrió y cerró la boca, tratando de formular alguna palabra lógica, pero se sentía demasiado descolocado.

No era tonto. Él sabía que no había estado acertado con respecto a su comentario. Nunca había tenido la intención de que fuera interpretado así, ni siquiera lo había pensado. Pero sabía que había afectado en el comportamiento de Renjun. Sabía que le había hecho daño. Su propia conducta lo había delatado.

Durante los primeros momentos juntos, Renjun había sido burbujeante y tranquila, incluso adorable. Pero todo había terminado cuando ese comentario se había escapado de entre sus labios, todo en él se había vuelto frío, como si acabase de desbloquear una nueva personalidad.

Para Jeno, los tres estudiantes repudiados por el resto eran solo eso. Unos estudiantes problemáticos, o la consecuencia de una sociedad llena de cuervos que se alimentaban del eslabón más débil de la cadena. Para bien o para mal, él se había negado a meterse en tontas peleas, ni en riñas. Había escuchado los rumores, y pese a que algunos los había cuestionado o, simplemente, había destacado que no había nada malo en alguno de ellos, nunca los había defendido.

Siempre había mantenido una distancia significativa con ellos, así que cuando se vio obligado a convivir con Renjun... Le había llamado la atención, no lo negaba. La forma en la que se había mostrado, tan puro y refrescante. Desde que intercambiaron las primeras palabras, Jeno supo que aquél chico que tenía delante, no era el mismo asociado con los estúpidos rumores.

bad, bad boy [TenYang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora