Capítulo 3: Parque de emociones

446 14 110
                                    

31 de julio, 1998.
La madriguera.
Harry Potter.

Si me preguntan cómo creía que iba a empezar mi cumpleaños número dieciocho, créanme que jamás se me iba a pasar por la cabeza que sería de esta manera. Ni cerca.

─ Harry, ¿puedes tomar a George de este lado? Necesito sacar mi varita.

¿Cuánto tiempo había desconectado?

La escena de George gritando daba vueltas por mi cabeza. Y la sensación de que era mi culpa generaba una extraña aflicción en mi pecho.

Estaba tan sometido en mis propios pensamientos que cuando mi amigo soltó a su hermano este perdió el equilibrio y casi cae de culo si no fuera porque lo alcancé a sujetar.

─ Alohomora.

─ Aloh-mora ─ Repitió George en tono divertido.

─ No querrás que mamá te vea así. ─ Susurró molesto ─ Cierra la boca.

Nunca había escuchado a Ron usando ese tono. 

Ni quirris qui mimi ti via así ─ Balbuceaba ─ Yo me... perfecto.

─ ¡George si no...!

─ ¿Se puede saber qué están haciendo? ─ Se escuchó Gin detrás ─ ¡Entren de una maldita vez!

Esa es mi novia.

─ Voy a mi cuarto. Más les vale dejar de hacer ruido.

─ Oye Harry, ¿cuándo te empezó a gustar la mocosa?

─ George, no le digas...

─ Cada que los veo me dan ganar de vom...

¡Oh, no, no! Qué puto asco.

Vaya regalo de cumpleaños, campeón.

Cuando lo dejamos en su cama se quedó dormido enseguida. Ron lo observaba con los ojos entornados y labios apretados.

─ Ron...

─ Déjalo ya, Harry.

─ Nada de lo que dijo es cierto.

─ Vete a dormir. ─ Dio un suspiro ─ Escucha, solo quiero olvidar esta noche. Voy a la cama. Adiós, Harry.

Pasé las manos por mi pelo como si eso fuera a ordenar mis ideas.

─ Perdón, George. ─ Murmuré, aunque fuera incapaz de escucharlo. ─ Vaya día de mierda.

Bajé al primer piso y me dirigí al patio trasero para tomar un poco de aire. Frené en seco al darme cuenta que Ginny no estaba en su cuarto como había dicho, sino sentada en el suelo con una taza que seguramente traía café dentro.

─ Si quieres dormir no lo lograrás con una taza de café en la mano, señorita.

Dio un respingo al oír mi voz, pero al girar su cabeza hacia mí pude notar como sus hombros se relajaban y me dedicaba una cálida sonrisa.

─ En mi defensa, me hizo ojitos.

─ Creo que tendremos que cambiar esos vicios entonces. ─ Dije dando pasos hacia su lugar ─ ¿Puedo?

Asintió con la cabeza.

─ ¿Crees que, algún día...que esto ya no...?

─ ¿Que ya no nos atormentará más?

─ Mh-hum.

─ No... No lo sé. ─ Admití luego de un par de segundos ─ Creo que simplemente... nos acostumbramos a vivir con ello.

19 Fotografías mágicas | Hinny.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora