Capítulo V

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                                                             Alexander

                                                        Al sur de Guzhoi

Al instante en que el capitán ordenó cubrirse, el equipo se agachó para defenderse. Yo mismo me cubrí en un pequeño montículo que estaba cerca de ahí.

Las flechas continuaron viniendo y los caballos se transformaron en una suerte de muro que nos cubrió de la mayoría de los disparos. Pronto los corceles empezaron a huir heridos. El burro fue herido de gravedad por lo que cayó agonizante hacia un costado, dejando el cofre rectangular con el apreciado cargamento. Sin embargo, todo esto nos dio tiempo de ver que nos estaban disparando desde nuestra retaguardia. Rápidamente nos volteamos para estar frente al enemigo

—¡Posición de defensa escudada! —gritó el capitán

—¡Si señor! —respondieron tres de los hombres.

Corrieron de frente a los proyectiles sacando sus grandes escudos y en posición triangular se cubrieron cual muro.

—¡Torre humana ahora! —ordenó nuevamente.

Dos de las mujeres se posicionaron detrás del muro de escudos y tomando sus ballestas empezaron a contratacar.

—No son muchos capitán.

—¿Cómo dices Alexander?

—En su ataque sorpresa solo pudieron acertar tres flechas a la vez. Si fueran más hubiesen atacado con más proyectiles en el primer ataque.

—¡Es cierto! —dijo asombrado— pero atacar solo con ese pequeño grupo es un suicidio... eso quiere decir que es solo una distracción.

Apenas había terminado la oración cuando del lado opuesto del campo de batalla tres flechas más llegaron matando a dos de nuestros hombres y casi hubiesen herido al capitán Lucio de no ser que este alcanzó a cubrirse con su escudo.

—¡Corran al bosque! ¡Ya!

Apenas nos dispusimos a correr para protegernos sorpresivamente salió del bosque un grupo de hombres con armas cuerpo a cuerpo para detener nuestra huida.

—No puede ser —murmuré.

—¡A luchar mis valientes! ¡Por Tarssia! —gritó el capitán.

Luego de ello entablamos la feroz lucha. Un tanto asustado tomé con firmeza mi espada y enseguida un hombre muy grande  y gordo se puso delante mío para enfrentarme. 

—¿Alguien quiere cambiar?—pregunté algo temeroso.

Con una enorme maza me atacó desde arriba. Logré esquivarlo hacia mi izquierda, y tomando con mis dos manos la espada lo apuñalé en su hígado.

—¡Maldito! —gritó el guerrero.

Me lanzó otro golpe desde abajo y aunque logré esquivarlo, el golpe rozó mi pierna derecha y cuando su maza logró una gran altura por el impulso del golpe, logré con un corte rápido herir gravemente su pierna derecha, lo que lo hizo caer en su rodilla y apenas tocó el suelo atravesé su corazón. No podía creer que había ganado el combate. 

Saqué mi espada del cuerpo ahora inerte y empecé a temblar al ver la cruenta escena. Por poco soltaba mi espada de los nervios. Estaba en eso cuando me di cuenta que otro enemigo me intentó atacar por mi derecha. Logré chocar espadas con él e intenté atravesar su guardia, pero era muy bueno usando el arma. Luego de unos instantes combatiendo logró desestabilizarme y agachándose un poco logró enganchar mi pierna derecha con su pie para botarme. Estaba a su merced en ese momento. Caí a tierra y al levantar él su arma dispuesto a aniquilarme, vi como la punta de una espada apareció en la mitad de su pecho.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2022 ⏰

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La Piedra de los Dioses: La venganza de ZoránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora