Un hombre desesperado.

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Cuando Tony nació la alegría de su madre y padre no se pudo igualar jamás. Una chispa emocionante y amarilla nació entre la pareja cuando tomaron la primera foto familiar con su pequeño en brazos.

Howard creía devoto que todo en su niño era perfecto.

Sin embargo la perfección no es humana.

Howard entonces también entendió por primera vez lo injusto que podía ser el mundo con alguien que lo tenía todo. Pues no hubo ingenio o dinero que solucionará su problema.

Tony, su Tony, su hijo, estaba enfermo. Tenía el corazón tan débil como un parajito.

Cuando la enfermedad de Tony se incremento el hombre tomó medidas desesperadas.

Erskine juró aquel día que le dispararon que jamás produciría nuevamente el suero del supersoldado. Howard estuvo de acuerdo en el momento, pero siendo un rebelde se atrevió a tomar un poco de sangre del Capitán América antes que salvará a toda una ciudad por primera vez y derrotará a Red Skrull.

Y las horas se iban tan rápido mientras examinaba la sangre de Rogers para poder recoger y replicar el suero.

—¿Qué es lo que quieres?

—Hice un juramento, Howard.

—¡Me importan un carajo los juramentos!

—No has aprendido nada en todo este tiempo. Sigues siendo el engreído que cree que se merece el aire que respira y te diré algo Howard Stark, no es así.

El anciano Erskine lo dejó solo una vez más. Con su enojo y angustia.

Una vez la vida le demostraba que si quería algo tendría que obtenerlo por si mismo. Solo él.

La réplica del suero era buena, casi idéntica. Lo único que la hacía diferir era el sujeto experimental.

El castaño de ojos grandes y tristes le miró. Pestañeo a reconocer la figura de padre y sonrió.

Howard tomó delicadamente uno de sus bracitos e inyectó la sustancia justo cuando jugaba con un carrito que pretendía volar.

El niño tuvo un temblor en su cuerpo y luego agotamiento que asustó al mayor. Finalmente el cuerpo cayó sobre el piso.

Howard atrapó su muñeca. Estaba respirando. Estaba vivo y al parecer mejor que antes.

Cuando María vio al niño correr con fervor en el patio supo lo que su marido había hecho.

Ese día hubo una discusión en la mansión Stark con un pequeño Tony ignorándolo por tomar el té con Jarvis.

—¡Sabes que ese suero es una maldición! —comenzó María entrando a su oficina con ímpetu.

—Era la única opción, no me molestes. Me duele la cabeza. —incluso en medio de los gritos Howard estaba muy orgulloso de ver al niño jugar con Jarvis y su esposa.

—¡Has cometido la peor calamidad Howard Stark! Has condenado a tu hijo a una vida expuesto por gente que quiere lo que ahora corre por su cuerpo. ¿Qué pasará cuando quiera ir al colegio? ¿Cuándo quiera ir a la universidad? ¿Qué le diré? No puedes porque estás expuesto a que alguien te asesine por una gota de tu sangre. —la rubia estaba roja de ira.

—Nadie lo sabe, no me molestes. —repitió Stark mayor.

Cuando finalmente volteó pudo percibir la cólera de la omega.

—Abraham vive encerrado en SHIELD porque lo han querido secuestra más de tres veces.

—No me molestes. —sus dientes se apretaron.

—Tony ya nunca más será un niño normal.

Normal. Probablemente la palabra que más atrofio a Howard estos años.

El alfa camino hasta tomar a su mujer de la solapa y sacudirla.

—¡Ya te he dicho que NO ME MOLESTES! —Respiró agitado después de haberle gritado a su esposa. Supo en ese instante de donde Tony heredó su mirada cuando la angustia y el temor lo llenaba.

El hombre carismático que conoció ya no volvería después de esto.

María no derramó ni una lágrima. Era una mujer fuerte y podía esta sola. Incluso si la marca en su cuello ardía como el infierno.

El mecánico se arrepintió, pero fue muy tarde. No hubo vuelta atrás.

—Me voy a Italia, Howard. Lejos de ti, para que mi hijo este lejos de ti. No quiero que vuelva a ser tu conejillo de indias.

***

—Lo hiciste.

El alfa ni siquiera lo miro cuando ingresó a su oficina en SHIELD. Ahora solo bajó ante la mirada que le perseguía.

—Oh, Howard. Si tan solo me hubieras dicho... yo creí que.

—Que tenía fines egoísta. ¿No es así? Pero no te sientas mal, Abraham. Es lo que todos piensan de mi de todas formas.

—Si sabes que Tony...

—Si, lo sé y justo por eso es que está con Steve. En todos estos años nadie le han intentado hacer nada y eso es bueno, si puede protegerse puede proteger a Tony también.

—¿No tienes miedo? Has mandado a tu hijo y otro sujeto que tiene el suero o una réplica de ello a que convivan juntos. Es como si pusieras dos objetivos.

—No, nadie lo sabe. Ni siquiera Peggy. Es raro que tú lo sepas.

Erskine tomo asiento. Sería una larga charla.

***

Tony cumplió diecisiete con un tierno y fraternal abrazo de Steve cuando despertó además de una noticia excepcional. Fue aceptado en nuevo ciclo del MIT con una nota destacada en la admisión.

—¿Qué te gustaría hacer hoy?

—Me gustaría ver a mi madre. Quiero darle la noticia y poder saber como está.

—Te llevaré con ella.

—Uh, y otra cosa Steve...

—Lo que sea por el cumpleañero.

—¿Me puedes dar un beso?

—Claro. —Rogers le dio un beso en la frente y comenzó  a servir el desayuno dejándolo desconcertado.

***

Erskine aceptó la idea de morir hace mucho tiempo. Era bastante anciano ya y podría ir en paz fácilmente.

Morir de manera natural, pero no así.

—Solo dinos a quien pertenece y te dejaremos libres.

—Soy muy viejo para esos juegos de manipulación. —Erskine sonrió. El cuarto intento de secuestro fue el vencido.

—Eres un maldito viejo idiota.

La sonrisa de suficiencia fue lo que enfureció a su captor dejándolo sin vida después de un disparo.

Le daría tiempo a Tony porque si de algo estaba seguro era de que encontraría al dueño de esa muestra y que aquel no viviría demasiado si no colaboraba.

Se arrepintió con el alma de haber sacado esa pequeña muestra del omega.

Arnie [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora