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La música sonó con notas alegres, la fiesta comenzaba y todos se divertían y disfrutaban.

El joven hombre miraba cómo todos se empezaban a emparejar, bailaban en conjunto y reían alegres, él bebía con calma el sake que le habían invitado y, de un momento a otro, notó a un chico de cabellos cortos, color negro y risueño, que jalaba de la mano a otra silueta —quien también estaba encapuchada—, a donde él estaba.

Extrañado por lo que veía, no pudo despegar su mirada atenta de esas dos personas, que se acercaban a paso constante──. ¿Qué pasa?

──¡Hey! Creo que eres un forastero ──habló primero el chico de gran sonrisa y con una cicatriz por debajo del ojo──. Soy Luffy, Monkey D. Luffy.

──Zoro ──lo miró aún extrañado y obviando su desconfianza.

──¡Genial, hola Zoro! Debo dejarlos, quiero probar la carne del banquete.

Y como llegó se fue, era un chico raro, pero parecía un buen sujeto; al menos esa fue la primera impresión que tuvo de él, ahora, lo raro se centraba en la silueta que lo miraba en silencio mientras daba la impresión de estar fumando.

──¿Y tú qué?

──¿Bailamos?

──¿Eh? No, yo no bailo

Sin hacerle caso, aquel hombre tiró su cigarro, lo piso para apagarlo y lo tomó de la mano para llevarlo al baile, sí, era un hombre, y se había dado cuenta de eso en el momento en que habló, entonces ¿Por qué quería bailar con él? No tenía sentido, los bailes eran para emparejar emociones ¿No?

Mientras le daba vueltas al asunto, era llevado al salón de baile, aún estaban tomados de la mano, y eso le provocó un suave, pero electrizante, cosquilleo que recorrió todo su cuerpo.

Estando ahí, sus cuerpos se pegaron y empezaron a moverse al ritmo de la música, era extraño, no quería alejar al raro sujeto de él e irse del baile, pero también era raro lo que estaban haciendo; estaban perfectamente sincronizados a pesar de que él nunca había bailado en la vida.

──Sanji ──la segunda palabra que escuchaba del desconocido lo confundió un poco ──. Ese es mi nombre, me llaman Sanji.

La sonrisa amable que mostró le dio un vuelco al corazón de Zoro, le gustaban sus dulces y amables ojos, que empatizaban perfectamente con su sonrisa──. Perfecto.

──¿Perdón?

──Perfecto, solo eso.

Había confundido al apuesto chico con sus pensamientos, y no quería darle significado o una razón de ser a las cosas que pensaba, porque tampoco era algo que no le guste sentir.

Bailaron por un buen tiempo,  ambos hombres se sentían atraídos el uno al otro, sus cuerpos sentían cosquillas con los roces delicados que llegaban a tener; sus manos entrelazadas, sus pechos juntos, la mano del rubio en sus caderas, las respiraciones que chocaban entre sí y sus atentas miradas que se cruzaban.

Su baile era hermoso, incluso algunas mujeres murmuraban, atentas a sus movimientos; no sabían que eran dos hombres los que bailaban juntos y, por eso, empezaron a decir que eran la pareja de la noche. Poco a poco el tiempo iba pasando y, junto a él, se veían varios soldados de la realeza en movimiento.

El rubio hombre notó a los soldados moverse y buscar por el lugar; detuvo abruptamente el baile, interrumpiendo el momento de golpe.

──Lo siento, debo irme.

No dijo más y salió corriendo, por su parte, Zoro se sentía en una fantasía, una donde se había encontrado con el amor de su vida y que, irónicamente, resultó ser un hombre, del que apenas conocía su nombre y apariencia.

Miró el cielo, ya estaba oscuro y el manto de la noche cubría sus cabezas, el viento era suave, movía de vez en cuando los cabellos de los hombres y las mujeres que festejaban, pero algo estaba mal; vio seis estrellas cruzar el cielo. Las aves posadas en las torres del castillo volaron en ese mismo instante, sobre de ellas y en sentido contrario, una solitaria estrella se apagó.

Y poco a poco, las seis estrellas más brillantes de la noche —de las cuales cada una representaba un reino—, su luz parpadeaba y cada vez que se encendían daban la impresión de cambiar de ubicación.

Las trompetas sonaban, una, dos, tres y cuatro veces; daban el anuncio público de que el rey hablaría, deteniendo de esa manera la música y el baile.

──Gente del Germa, por favor miren los cielos de sobre nuestra cabeza ──el rey inició de esa manera y la gente obedeció, mirando las estrellas parpadear y cambiar de lugar──. Todos son testigos de los sucesos ocurridos, los cuales involucran directamente a nuestro querido príncipe; Sanji.

La piel del joven forastero se congeló al escuchar el nombre del príncipe.

──He de decirles que él va a comenzar a sufrir la transformación anunciada en el gran libro, es portador se terribles peligros y malos tiempos para todos los habitantes de este reino. La maldición arrojada sobre él se traduce en que, todas las noches, al momento en que la luna ocupe su lugar más alto en el cielo, se transformará en un monstruo. Una bestia que estando libre arrasará con todo lo que se encuentre a su paso, sí, veremos a un dragón volar y lanzar fuego sobre todo lo viviente.

Empezaron a murmurar, todos estaban conmocionados por las palabras del rey, pero Zoro se negaba a creerle.

──Es por esa razón y para evitar la desgracia, que hoy doy la orden de capturar al príncipe tercero, Sanji Vinsmoke, y encerrarlo por el día en la torre norte del castillo y por la noche en la mazmorra, que tiene años de no ser ocupada por un ser vivo y de la cual no podrá escapar.

En esos instantes se vieron varios soldados llevando al rubio a las afueras del festejo, pasaron a un lado del caza recompensas y cruzó miradas con el príncipe; era él, era el mismo chico con el que había bailado, solo que tenía otras ropas, ropas hechas de lino fino y escudos hechos de oro.

Eso explicaba porque estaba encapuchado.

El Principe VinsmokeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora