Cuando el príncipe Alex alcanzó los brazos de su caballero, lo hizo inconsciente. El caballero compartió una mirada llena de temor con su amiga, al ver al príncipe herido. Ojalá solo fuera un cuento y no se tratara de la puta realidad.
Grité su nombre hasta quedarme sin aire. Lo sacudí entre mis brazos esperando a que dijera algo aunque solo fuera una queja. Algo. Y no dijo nada. No se movió por voluntad propia porque cuando llegó a mí, lo hizo con golpes en la cara y heridas por todo su cuerpo. Su camiseta estaba manchada de sangre.
No debí haberlo dejado ir. No tenía que haberlo hecho. Le advertí, le dije que era una trampa y no me escuchó... ¡Joder! Si tan solo lo hubiera seguido hasta su casa, porque era obvio a dónde iría... Si no me hubiera quedado sentado en un banco, ignorando sus dos primeras llamadas... Soy un pedazo de gilipollas. Todo es culpa mía. Si le hubiera respondido a la primera a lo mejor no estaría en una cama de hospital.
—Nico, vete a casa. Yo me quedo.
Esther deja su mano en mi hombro, haciendo un poco de presión. Estoy sentado en el pequeño sofá de dos plazas que hay en la habitación asignada para Alex. No le quito el ojo de encima.
—No puedo, Esther. No puedo. Esto es culpa mía.
Se sienta a mi lado y deja caer su cabeza en el sitio donde estaba su mano hace un segundo. Los dos lo miramos. Sé que ella también observa el subir y bajar del abdomen del paciente. Parece el Bello Durmiente de una película de terror. El enfermero que pasa por aquí de vez en cuando dice que está todo en orden, que por suerte no hay fracturas. Que solo está desvanecido pero que tarde o temprano, despertará. Solo espero que sea pronto y no tarde, porque ya no imagino mis noches sin él. En esta, quería pedirle que se volviera a quedar a dormir a mi casa y entonces proponerle que se viniera a vivir conmigo. Porque después de haber probado lo que es dormir con alguien, sé que me va a costar conciliar el sueño, si la mitad de mi cama está vacía.
Solo han pasado unas horas y ya echo de menos que se sonroja por cualquier tontería. Su risa, su boca torcida cada vez que hace listas infinitas que cuentan con todos los desastres del mundo, mi reflejo en sus ojos de mar... Todo. Lo echo de menos a todo él.
Esther me ha estado haciendo compañía desde que Alex se fue a casa de sus padres. Agradezco que se quedara conmigo en vez de irse a la suya.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Mi amiga rompe el silencio. Habla bajito, casi en un susurro como si temiera despertarlo.
—Claro, dime.
En realidad, no quiero hablar con nadie. Solo quiero volver al silencio en el que hemos estado sumidos desde que el trabajador de sanidad se ha marchado hace un par de horas. Quiero que esta mierda de sigilo me torture durante todo el tiempo que Alex no esté con nosotros. Que me recuerde que he cometido el mismo error de dejarlo solo, dos veces. Que por mi culpa vuelve a tener marcas que no podré curar.
—Nunca he entendido del todo el por qué lo llamas «Ceniciento» —levanta la cabeza y por el rabillo del ojo la veo alzar una ceja—. Si es un juego de enamorados, mejor no respondas. No creo que los médicos puedan curar la diabetes que me provoques.
Suelto el aire de golpe con una media sonrisa. Me esperaba cualquier otra pregunta para un momento así.
—Que va. En realidad es porque cuando vivía con sus padres, existía esa norma de «a las 22:00 en casa» y como le gustan los cuentos y Cenicienta tenía que estar a las 00:00 en casa, después del baile.. Salió solo, la verdad.
Volvemos al silencio. Supongo que ninguno de los dos quiere recordar que le hemos fallado. Por lo menos, yo solo quiero ahogarme en mi estúpido orgullo. Que por culpa de mi afán de ir por ahí de tío duro quedándome sentado esperando a que volviera con el rabo entre las piernas, la he cagado.
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Alexia
Teen Fiction1º Tetralogía Alexia. Alex, es un chico que sufre maltrato en su casa bajo la estricta educación de sus padres, donde los golpes valen más que las palabras. Un día, decide que está cansado de vivir esta tortura y reúne el valor suficiente para esca...