Go Daddy! | ᵏᵒᵒᵏᵗᵃᵉ

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JiSoo estaba un poco fastidiada. De saber que terminaría regresando antes de sus días libres, mejor ni habría salido de casa. El que hubiera tomado el viaje planeado con su ex-novio por su cuenta tampoco había sido una gran idea, pero de loca dejaría perder el dinero que había gastado en las reservaciones. Además, siendo honesta, no había estado tan mal, pero hubiera sido mejor si el resto de los días planeados los hubiera pasado en la playa y no teniendo que regresar por quién sabe qué cosa urgente de trabajo.

Lo que más esperaba es que no hubiera un desastre en su casa. Era uno de esos días en los que deseaba más que nada el que TaeHyung regresara a los dormitorios del campus para que ella pudiera no hacer nada sin tener que aparentar no ser un desastre, pero obvio no sería posible. Ay, es mocoso, un día terminaría por sacarle canas verdes o lo que fuera.

Recuerda que, la última que lo dejó tanto tiempo sólo en su hogar, a Kim menor se le ocurrió hacer una "pequeña fiesta" junto a sus amigos. JiSoo no puede recordar ninguna otra ocasión en la que hubiera tenido que regañar tan feo a su sobrino por cómo le había dejado la casa patas arriba. Ese año, la mayoría del dinero que ganaba en la cafetería, TaeHyung lo gastó para pagar su deuda con su tía y prácticamente se había quedado sin nada. Y JiSoo había obtenido vajilla, recuadros y jarrones nuevos. Mmm... ahora lo que piensa, esa vez no fue tan malo, pero en serio no quería lidiar con ello ahora.

Tan perdida estaba en sus propios pensamientos que, cuando entró a su hogar y dejó su abrigo en el perchero, no se percató de un par de zapatos demasiado lujosos cerca de la entrada, junto al par de zapatos habituales de su sobrino.

Llegó hasta la cocina y tomó un vaso de agua, cargando todavía su maleta de viaja. Bueno, la casa no era un desastre, y eso era ventaja. Pero ahora le preocupaba que hubiese tanto silencio si su sobrino estaba ahí. Aprendió con los años que, mientras más silencio hubiera, más peligroso era su sobrino.

—¿TaeHyung? —gritó desde el comedor.

Nadie respondió.

—TaeHyung, cariño —insistió—. ¿Estás en casa?

Segundos después, no recibió como respuesta más que un par de sonidos raros y leves pertenecientes y desde la habitación del segundo piso correspondiente al de TaeHyung.

—Ay, este mocoso —murmuró bajito. Bebió lo que restaba de agua y subió junto con sus pertenencias a ver qué demonios ocurría a tan altas horas de la noche.

Tenía que haberlo visto venir.

Y, en esos momentos, hubiera deseado ver su casa hecha un desastre que lo que le esperaba al abrir repentinamente —y sin avisar— la puerta de la habitación.