—¡Ahhhh!— Karla grita como una demente. Le cubro la boca con mi mano.
—¡Karla! ¡Por favor!
Estamos sentadas en el césped de la cancha. El profesor de Historia no vino, así que decidimos pasar el tiempo acá.
—¡No puedo con tanta emoción!- exclama abanicándose con las manos.
Resoplo. —Deja el drama.
—Deberías estar dando saltos de alegría y estás más ácida que un limón.
—No quiero emocionarme por gusto— respondo con mi vista clavada en un punto fijo. -Eso no tiene importancia- agrego, encogiéndome de hombros.
—Hey— Karla me sujeta el rostro obligándome a mirarla—, eres una chica maravillosa, dulce, inteligente, bonita... así que no te sientas mal, ¿vale? Si Bruno no es capaz de darse cuenta de eso, no es el indicado- concluye, dándome una sonrisa y pellizcando mi nariz.
—Sabes que en ocasiones quisiera estrangularte, pero eres la mejor amiga del mundo.
—Lo sé— afirma dándome un guiño.
—Hay algo que no te he contado.
—¿Qué esperas? Quiero todo con lujos de detalles—. Pongo los ojos en blanco en forma de broma. —Lo siento, querida, viene en el Decreto Ley de Mejores Amigas— apunta, acomodándose el cabello con aires de superioridad. Río lobunamente.
—Bueno, ¿recuerdas la cena que teníamos en casa con el amigo de mi padre y su familia?— Ella asiente. —Pues resulta ser, nada más y nada menos, que Bruno es su hijo.
Karla abre los ojos como platos y enmudece.
—¿Hola?
—¡Por la madre de las casualidades! ¡Joder, Diana!— se lleva la mano a la boca a modo de asombro. —¿Y qué hiciste?
—Lo mismo de siempre, ya sabes, sufrir la sintomatología de ''Brunosis aguda"— respondo como si hubiera dicho lo más natural del mundo.
El móvil de Karla suena con una notificación y hace un gesto para que me detenga. De reojo puedo notar que es un mensaje y por la sonrisa que aparece en su rostro entiendo de qué se trata, o más bien, de quién se trata. Abre su mochila, saca un espejo y revisa cada detalle de su cabello y su maquillaje. Yo la observo sin decir nada.
—¿Qué pasa?— pregunta levantando una de sus cejas.
—Nada. Que el olor a romance se puede percibir en el ambiente—. Ambas reímos.
—Tengo una pequeña cita- susurra.
—No te demores, ¿vale?
Karla me lanza un beso en el aire y yo hago lo mismo. Saco de mi mochila el libro que he estado leyendo hace días: Cumbres Barrascosas, mientras espero por mi amiga.
********
Karla ha demorado demasiado. Reviso mi móvil para ver la hora. ¡Virgen Santísima! En dos minutos comienza la clase de Álgebra. Me he entretenido tanto leyendo que había perdido la noción del tiempo.
Tomo el libro, el móvil y el file con mis apuntes y resúmenes en una mano, y la mochila con la otra y salgo literalmente corriendo. Entro al largo pasillo del instituto. Sigo corriendo hasta que diviso las escaleras, y justo cuando iba a subirlas, choco con alguien. ¡Maldita torpeza! Levanto la vista para toparme con esos ojos grises que me encantan.
Bruno...
Al parecer se había vuelto costumbre encontrármelo en todos lados.
—Disculpa— digo en un balbuceo, y sin esperar respuesta continúo mi camino. Mi mente sólo está enfocada en no llegar tarde a la clase. Subo los escalones lo más rápido que me permiten mis cortas piernas.
Respiro aliviada cuando veo a la profesora hablando por el móvil fuera del salón. Lleva el bolso y la carpeta, así que deduzco que no ha entrado aún. Gracias, Dios.
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Más que un sueño #AFAWARDS22 #AtlanticAwards2022
Short StoryDiana, una chica de dieciséis años, ha estado enamorada de Bruno desde que inició la secundaria, sin embargo, nunca se ha acercado a él, y ha escondido sus sentimientos por casi cinco años. Con el objetivo de desahogarse, le escribe una carta que n...