FINAL

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Dándome más arrumacos de los que estaría dispuesto a admitir con mi amigo Bruce, vi como de un momento a otro la avenida de los ricos de Seúl se iba vaciando de personas asfixiadas corriendo de un lado a otro.

Y eso solo significaba una cosa, era la hora de comer.

¿Qué queréis que os diga? un vagabundo como yo no tenía reloj y no sabía ni en qué puto día vivía pero no había que ser muy tonto para no saber que cuando las personas salían de sus empresas un poco más sonrientes de lo que habían entrado era porque un plato caliente los esperaba en algún lugar.

Yo no tenía de eso, así que tomé una bolsa de patatas que tenía escondida en mi alijo y compartí con el chucho el manjar que se deshizo rápidamente en mi boca antes de ni si quiera intentar saborearlo. 

Bueno, podría ser peor, podría tener que recoger algún chicle del suelo para masticar algo como hacían otros pobres, podría robar y conseguir algún alimento caducado de mentira que tiraban los supermercados, realmente podría pero... así no estaba tan mal.

O bueno, no lo estaba hasta que Bruce ese día, después de llenarse el estómago con mi bolsa de patatas comenzara a mover sus patitas hacia otro vagabundo a ver qué podía racanear.

Maldito perro, es más listo que yo.

Y así, con el estómago lleno un 10% de comida pero el pecho lleno de un 90% de orgullo por lo que había pasado esa mañana, sonreí satisfecho y dejé fluir.

Y por si no lo sabéis aún, cuando el gran Yoongi, o sea yo, se deja fluir, es una puta bestia de la música. Porque cuando el gran Yoongi, da rienda suelta a su mente y sus dedos rebotan en su rodilla deseosos de tener unas cuerdas que tocar, no le para nadie.

A ver a ver, llevo durante días dejando claro lo desgraciado que me siento en todos los aspectos pero tenéis que dejar que me crea un poco el talento que tengo.

Y yo tengo dos, el primero es el de ser un vagabundo de puta madre, y el segundo es ser música.

Así que, riéndome por mi propio pensamiento y generando el rostro asustado de algún rezagado que llegaba tarde a comer, metí la mano en mi bolsillo sacando la anilla de una lata que tengo guardada para ocasiones especiales.

Sí, perdí mis cartones donde garabateaba las mejores canciones que nadie jamás escuchará. Bueno no los perdí, los reventé y rompí en un ataque de ira del que ahora no me siento orgulloso pero es lo que hay, puedo excusarme perfectamente en que era un borracho más pero la verdad es que el dolor que sentí cuando mi ángel no acertó conmigo fue terrible, así que, después de recriminarme, que ya se había convertido en mi hobby favorito, decidí utilizar la anilla de la lata para rasgar el asfalto.

Hoy estaba contento joder y eso era algo que mis dedos notaban a la perfección. Las finas líneas blancas que la anilla marcaba en el suelo parecían resonar en mis oídos con cada nota. Imaginaba bailes que las acompañaran, voces que siguieran al sonido principal.

Imaginaba conciertos, imaginaba un cielo lleno de fuegos artificiales, imaginaba...

- ¿Qué bien se vive ahí arriba, verdad?

La voz de la señora Yu me devolvió a la tierra de un plumazo pero sinceramente, tampoco me importó mucho. La imaginación es ese sitio al que siempre puedes volver, nunca desaparece mientras tu cabeza siga sobre tus hombros. Da igual lo triste que estés, lo mal humorado que un día te sientas, lo inútil que puedas resultarte porque si había un sitio en el que podías ser lo que quieras, sentir lo que quieras y hacer lo que quieras, esa era tu cabeza.

- Señora Yu, ¿Cómo está hoy?- la mujer sonreía, seguro que imitando mi gesto - ¿No debería estar comiendo?

- Yoon - suspiró - son las cinco de la tarde - vale, definitivamente el tiempo y yo no nos llevamos bien- ya casi es la hora del café, ¿Te vienes?

Invisible  *YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora