Capitulo 4: Su lado oscuro

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La luz de la luna golpeaba la espalda de Elio cuando Monic lo abrazó. Ella sentía la fría piel del vampiro, su temperatura corporal era muy distinta a la suya. En ese momento se olvidó de todo, se sentía bien, no quería soltarlo ni tampoco pensaba en hacerlo, cerró sus ojos y su cabeza estaba en otro lugar como para razonar lo que había hecho.

El rostro de Elio lo decía todo, era algo que no se esperaba, al menos tan pronto. No puso sus brazos alrededor de ella hasta unos segundos después cuando se dio cuenta que él también se sentía bien y que hace muchos años nadie lo había abrazado.

Se quedaron así unos minutos hasta que el cercano ruido de un búho despertó la consciencia de Monic y ella se dio cuenta de lo próxima que se encontraba a él.

Su rostro era sorpresivo, se preguntaba  "¿Qué es lo que acabo de hacer?"

—Fue solo un impulso, yo...

—Está bien, gracias Monic descansa —Dijo Elio mientras desapareció rápidamente—.

Monic se tiró en el suave colchón, miraba al techo y pensaba en todo lo que se habían contado, lo mucho que lo había conocido y lo mucho que faltaba para terminar de hacerlo. Una sonrisa invadía su rostro, estaba feliz, feliz de tener un amigo o de sociabilizar con alguien que le parecía tan cercano y se sentía en confianza. Con él podía ser ella misma.

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Amaneció. Se había dormido con la ropa puesta, pues...se había desvelado pensando en Elio, no de forma romántica, eso solo pasa en las películas. Cuando miró el reloj se dio cuenta de que se había quedado dormida pero era sábado, así que no importaba. No tenía planes, solo mirar Netflix y ver qué encontraba. Su madre hacía guardia en la noche pero no volvía tan tarde esta vez.También pensaba en Elio, en que no había forma de contactarlo sin dejar una nota, no habían hablado de eso.

Era un día lluvioso y nublado, el viento soplaba la ventana de su cuarto dejando entrar, por la abertura, aquella brisa fría.
Se sentía aburrida durante el mediodía, ni Netflix le sacaba ese aburrimiento, entonces decidió salir afuera. Agarró su paraguas, las botas y se puso el sobretodo de color azul para partir al bosque.

Siempre salía a explorarlo, se conocía más o menos el setenta por ciento del terreno. Tenía un lugar favorito, había una enorme roca achatada donde podía sentarse, estirar las piernas si quería, alrededor y a lo alto dos árboles que parecían formar, por encima de la roca, un arco con sus ramas, casi llegaban a tocarse. Monic sentía que era algo único y lo consideraba un lugar especial, por eso le gustaba.

Llegó allí y se sentó, se quedó unos minutos hasta que por su mente se le cruzaron las palabras de Elio: "me mudé al bosque". Entonces le entró la curiosidad ¿En que parte vivirá? Y fue ahí que empezó a caminar pero lo pensó bien antes de hacerlo, no iba a ir por dónde ya conocía, iba a explorar y empezaría derecho ya que nunca iba en línea recta, le gustaba perderse y ver qué encontraba, pero tenía que memorizar el camino si era que encontraba su hogar.

Para ella, ese bosque siempre había sido un lugar pequeño, capaz porque se lo conocía casi todo o porque siempre hacía los mismos recorridos. Pero esta vez ese pensamiento cambió.

Exploró tres zonas desconocidas. La primera era la más aburrida y solitaria, las aves no se escuchaban, los árboles estaban casi sin copas y el suelo era muy llano, entonces volvió por donde había venido.

El segundo un poco más detallado, con pequeños animales silvestres, un lindo color verde en las hojas y rocas dispersas por todas partes, pero nada interesante, regresó por segunda vez.

Pero el tercero, el tercero era muy diferente, quedaba al oeste y el ambiente se sentía más frío, había un poco de neblina, quizá por el clima, el sol no se veía tanto. Y ese camino fue el que más le interesaba, el que más la atraía a pesar de que el dulce canto de los pájaros no se escuchara. Se adentró en él.

Una historia secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora