NO SE puede decir que has vivido hasta que no has estado pegado a una cerca viendo cómo un vaquero, tu vaquero, pasa cabalgando junto a ti a toda velocidad. El hombre estaba imponente, girando el lazo y cabalgando a galope tendido. Era excitante ver el poder bruto del caballo y la fuerza del hombre, sabiendo que, si uno de ellos flaqueaba, morirían; me tenía completamente cautivado. Cuando él se volvió hacia donde me encontraba, ordenó al caballo ir más lento y se tocó el sombrero que le caía sobre los ojos mientras pasaba cabalgando por mi lado. Era sexy, incluso más porque el hombre en cuestión me había tenido contra la pared de su ducha una hora antes.
De vuelta en la casa, después de dejar de acechar al hombre al cual casi no dejé salir de la cama esa mañana, ayudé a May con el desayuno antes de bajar al establo para ver cómo estaba Phil. Se alegró de verme, al igual que su madre, y fue allí donde Rand me encontró.
—¿Qué haces? Eso me confundió.
—Cepillando a las vacas.
—Stef, a las vacas no se les cepilla —dijo él—. Nos las vamos a comer, no se te olvide.
Mi expresión le divirtió.
—Oh, por todos los santos, vamos a comer, tenemos que ir a visitar a tu amiga.
—¿Sabes? —le dije mientras colgaba el cepillo y salía del compartimento—, si estás muy ocupado no tienes por qué venir conmigo.
Me hizo parar para poder quitarme las briznas de paja que tenía en el
pelo.
—¿Cómo has podido llenarte de...? Jesús, Stef, eres como un niño
pequeño.
La expresión en su cara, como si yo fuera cautivador e hipnótico al mismo tiempo, fue demasiado para resistirme. Me tiré sobre él, pasándole una mano por el cuello para poder acercarme más y besarle. Me tomé mi tiempo y me aseguré de que él sintiera cuánto lo deseaba. Cuando me aparté, él se tambaleó un poquito justo antes de abrir los ojos por completo. Su mirada era difícil de descifrar.
—¿He hec...?
—Jenny decía que a veces, en la cama... yo no era mucho mejor que un animal.
De repente, comprendí qué era lo que Jenny Stover le había hecho a Rand. Le había hecho sentir como si su hambre feroz en el sexo fuera algo malo. En ese momento, la podría haber matado.
—Oh, ¿sí?
—Sí —tragó con fuerza—. Quiero decir, nunca dijo que le hiciera daño ni nada de eso, pero después de un tiempo me dio miedo hacerlo,
¿sabes? Así que deje de dormir con ella.
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En el momento perfecto.
RomansaStefan Joss no puede ganar. Además de tener que ir a Texas en mitad del verano para ser el "hombre de honor" en la boda de su mejor amiga, Charlotte, debe cerrar al mismo tiempo un negocio de millones de dólares. Y, para empeorarlo más, queda descon...