La Duquesa Diana

𝐒𝐈𝐍𝐎𝐏𝐒𝐈𝐒

¿Alguna vez se pusieron a pensar sobre si las criaturas del "infierno" existirían, si serian tan viles y horribles como se dice o cree?

Esas leyendas eran tan comunes y antiguas, usadas normalmente para asustar a los niños inocentes que no obedecen o a cualquier persona de pensamientos vulnerables y manipulables.

Pero para la época en la que gira todo esto esas historias podían capaz ser reales, siempre hay una amenaza que las acecha desde lo más oscuro y perturbador. Para todo hombre lo desconocido era una amenaza, en cambio para la mujer la amenaza principal era casi siempre la misma familia y sociedad.

Ya desde una temprana edad se les quitaba el derecho de la fantasía e inocencia característica de cualquier infante, adolescente o rara vez en adultos que llegara a tener. Pero para la época era el pan de cada día, junto a los matrimonios por conveniencia a que los jóvenes o en su mayoría las jóvenes eran sometidas por los líderes de su familia. Todo por los intereses económicos que tenían y los beneficios que las uniones les traerían, pura avaricia misma.

Simplemente era algo horroroso para los que tenían que cargar con la infelicidad de sus vidas; no todos corrían con la suerte de casarse por amor o con alguien que minimamente tenga la desenchufa de tratarte con amabilidad y respeto como cualquier ser humano normal, no, en su mayoría eran puros imbéciles que pedían la mano de alguna mujer por capricho y una vez que se llegan a aburrir las dejan tiradas y encerradas para tratarlas como basura.

Aunque ya no las quieran, no permitirán que se vayan o se alejen de su lado, claro que no. Una vez que eres su juguete no hay escapatoria, no les gusta compartir y menos que venga alguien más a quitarle su juguete. Una vez que se casan ya no pueden ser dueños de sus vidas-si es que alguna vez lo fueron-y en cambio se volverán esclavos de ellos.

Era algo despreciable, algo que Diana despreciaba en su totalidad.

Ella sentía el frío de la soledad golper contra ella en la enorme habitación, tan grande y desolada; le recordaba a la muerte. Se sentía tan pequeña entre aquellas paredes que la aprisionaban.

- Diana, mi dulce y preciada Diana.-la voz escuchada era cautivadora y atractiva, excelente para su gusto. No tardo mucho en sentir sus brazos al rededor del pequeño cuerpo que poseia a comparación de él. El azabache le otorgaba el consumo que tanto necesitaba y buscaba- Las bellas mujeres como usted no deben de llorar, mi linda Duquesa.

Las lágrimas de Diana no paraban de salir como corrientes de agua, tampoco ella quería hacer algo para que se detuviera. Quiere desahogarse de una vez.

Odiaba con todo su ser la tan miserable vida a la cual fue sometida por la codicia de sus progenitores.

Las grandes manos de él acariciaban sus cabellos castaños rojizos, las caricias eran con suavidad y muchisimo cuidado simulando el miedo a romperla. Diana se acurrucó en el fornido pecho del hombre, sintiendo la calidez inexistente de aquel cuerpo más frío que cualquier crudo invierno. Pero amaba encontrar el calor allí.

Estaban en una noche de invierno, como tal era helada y digamos que la temperatura corporal que el hombre poseía no era para nada de ayuda, pero en momentos así no era de su importancia, nada salvo él le importaba.

- Kay-murmuró- Por favor, nunca me dejes sola.

No se tomó ningún segundo más en también abrazarlo con todas sus fuerzas, rogando que no se marchara y la dejara en compañía del sufrimiento que la iba matando de a poco internamente.

Diana deseaba que esos momentos en compañía de Kay jamás de terminarán, quería que fuesen eternos y tener el derecho o la suerte de pasar el resto de sus días junto a él; sería un verdadero sueño hecho realidad.

Y Kay pensaba lo mismo, quería llevársela lejos de aquella horrenda mansión y huir juntos para poder vivir en una pequeña casa lejos de todos. Ser felices, quería que ella fuese totalmente feliz.

Quería que todo acabará, todo tiene un fin ya sea bueno o malo.

Pero alguno debe de atreverse a buscarlo y hacer realidad sus sueños.