𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 03

216 24 0
                                    

                

                

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




                  KAY MIRABA CON SUMA ATENCIÓN LA LUZ que se abría paso por los enormes ventanales de la gran mansión en donde se encontraba prisionero como un animal, jugaba con el reflejo de la luz que rebotaba sobre su dura y pálida piel de porcelana. Continuaba a la espera de la joven Diana quien se fue a una "gran fiesta" junto a su esposo y ella le había prometido volver pronto.

Pero las horas seguían pasando, los minutos se le hacían eternos al muchacho quien ya estaba impaciente de tanta espera. Estaba demasiado aburrido en ese pequeño espacio, tratando de hacer que el tiempo pase más rápido se había decidido a dormir para recargar energías cuando ella llegara; grave error porque apenas se le permitió a sí mismo cerrar los ojos y para cuando escuchaba el más minimo sonido se levantaba deseando que fuese la joven muchacha, pero esta seguía sin aparecer.

Le había dicho que no demoraría demasiado en volver, sería solo un momento en esa fiesta y que volvería, resultó ser lo contrario.

A todo esto tenía una duda acerca de la tan nombrada fiesta, ¿Que era exactamente una fiesta? Nunca concurrió a una de esas en los largos años que conformaban su inmortal vida.

Llevaba tantos años encerrado entre esas paredes, incluso podía recordar cuando el marido de Diana era solo un pequeño bebé la primera vez que lo vio en compañía de una mujer y su nuevo dueño o como aquel sujeto algo mayor pero a la vez joven se hizo llamar ante él.

Mirando sus manos se distrajo al sentir un aroma tan dulce acompañados de unos suaves y delicados pasos en dirección a donde él se encontraba. Obviamente los reconoció y se incorporo apretando los barrotes de la celda con entusiasmo, ¡Diana se acercaba!. Con cada pisada que escuchaba más podía sentir su aroma, algo en particular llamó su atención poniéndolo alerta al saber que se trataba de sangre. La preocupación estaba inundando cada fibra de su ser, ¿Por qué su tan querida y bella dama olía a sangre?, ¿Estará lastimada? Capaz podría curarla como lo hizo la otra vez.

Volvió a centrar su atención en el crujir de la puerta, el cuerpo femenino hizo presencia luciendo distinta a la última ves que logro verla frente a frente. Se veía mucho mejor que antes, no es que antes se viera mal o algo parecido ella siempre se veía bien pero ahora era algo totalmente indescriptible para Kay. Sintió la calidez de su pecho que no sentía hace ya un muy largo tiempo, Diana se veía como la cosa más preciosa que pudo presencial en mucho tiempo; reconoció la misma tela que colgaban por los hombros de la muchacha y noto la canasta que traía entre sus manos.

— ¡Diana!—la llamo con un extasis de felicidad en su voz y rostro. Pero esto cambió al ver la mirada decaída que traía cargando consigo, al conocerla hace menos de dos días pudo notar como los ojos de ella reflejaban mucho como se sentía; sus ojos siempre la delataban muy obviamente.

En el rostro de Diana había una tela blanca cubriendo parte de su mejilla izquierda, una leve mancha carmesí era reconocible.— H-hola, lamento mucho la demora.—le dijo con una adorable sonrisa, pero sabía que no estaba bien pero prefirió guardarse los comentarios y no atacarla al momento con preguntas aunque por dentro este muriendo por hacerlo.

La Duquesa Diana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora