1O. A.

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Poco tiempo después de aquella noche, a penas unos días más tarde, la ropa y pertenencias con las que había llegado involuntariamente habían ya abandonado sus maletas, tomando sitio dentro del que ahora era su armario, así como el cepillo de dientes ahora estaba también en su baño, sus gafas descansaban en la misma mesita de noche que alojaba su despertador, mejor aún que eso: sus cuerpos ahora compartían la misma cama, despertando siempre con la mirada del otro, con su calidez, con la voz que daba los buenos días.

Quizás lo más complicado había sido explicarle a los que los conocían de hacía tiempo como era que habían terminado compartiendo más que una habitación; Benkei había desterrado a medias de su vida al pelinegro, aun era capaz de darle la mano en caso de encontrarse casualmente, pero las invitaciones constantes para pasar la noche en un bar junto a él y Wakasa se habían esfumado. Por el lado contrario, Takeomi parecía haber adoptado una actitud de total arrepentimiento, extendiendo sus disculpas a la muchacha, haciendo intentos por que los tres pasaran algo más de tiempo, parecía ser que Wakasa y Benkei también se habían deshecho de él, así que tras algo de tiempo, ambos lo habían refugiado.

Dos meses desde que una nueva historia había comenzado a escribirse para ellos, siendo lo que estaba a punto de ocurrir uno de los acontecimientos más importantes.

— Estoy nerviosa — pronunció la muchacha aferrada al torso del pelinegro en la motocicleta, Shinichiro soltó una risita.

— Anda, no va a ser tan complicado, tranquila.

— Eso dices tú... jamás había tenido que hacer esto, voy a desmayarme, ¿qué pasa si no les agrado?

— Nada, vas a encantarles, sobre todo a Emma. Rara vez convive con chicas, sin duda tener una amiga le caería bien.

— ¿Y tu hermano?

Habían llegado a la casa de la familia Sano. El azabache aparcaba cuidadosamente la motocicleta en el patio, para después bajar con un puntapié el trozo de metal que funcionaba como soporte.

— Mikey es un buen chico, a veces es más infantil que un niño, pero un buen chico después de todo — giró la cabeza sobre su hombro — ¿lista?

— Eso creo — dijo tras un suspiro

Rápidamente ambos bajaron del vehículo. Shinichiro tomó la mano de Layla, quien aun parecía nerviosa, después de todo, era la primera vez que asistía de manera tan formal con la familia de él, antes había visto de reojo a otro de sus hermanos, un chico peliblanco que no hablaba demasiado y que había terminado mudándose a las Filipinas, pero jamás al señor Sano, ni a sus dos hermanos menores. Sabía que si no era de su total agrado no era el fin del mundo, pero no quería llevar una relación complicada con ellos, no cuando las cosas parecían marchar de una manera tan buena.

La pareja cruzó el patio, pasando por el viejo dojo, así hasta llegar a la entrada en donde él simplemente deslizó cuidadosamente la puerta de madera, no sin antes retroceder unos metros hacía ella, depositándole un sorpresivo beso en los labios.

— Tranquila... — dio un paso dentro, tirando ligeramente de su mano para hacerla pasar — ¡ya llegué!

En la sala, reposando en uno de los sillones, un hombre de edad avanzada cuya cara era cubierta por el periódico bajó este para asomar la mirada, saludando gentilmente.

— Bienvenido, hijo — con la mano hizo un gesto — pasen, siéntense.

— ¡Hola, Shin! — de lo que parecía ser la cocina se asomó una muchacha rubia, con el cabello rubio y largo, los ojos de un color similar al sol y piel blanquecina. Al notal la figura femenina que andaba de la mano junto a su hermano, pareció congelarse. Usaba un mandil de color rosa a la par que llevaba en la mano la espátula.

𝙔𝙤𝙪𝙧𝙨, 𝙩𝙧𝙪𝙡𝙮 • 𝙎𝙝𝙞𝙣𝙞𝙘𝙝𝙞𝙧𝙤 𝙎𝙖𝙣𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora