Cap IV. El viajero siniestro

39 1 0
                                    

Alma ya había empezado a buscar respuestas acerca de las voces, y solo había encontrado varios artículos sobre espíritus y espantos que persiguen a las personas, no  se sentía satisfecha con lo que había encontrado, necesitaba más, mucho más, su sed por saber que era lo que le pasaba no la dejaba dormir en paz, se acostaba, tapándose la cara con las blancas sabanas de su habitación sin preguntarse nada más que no fuera buscar respuestas. No había espacio para otro pensamiento, no podía estudiar, de buenas a primeras mientras estaba en clases, observaba como se le agotaba el tiempo sin saber nada, el sentimiento en su pecho era asfixiante, daba vueltas en su cabeza hasta causarle jaqueca, y lo peor es que las voces no estaban por ningún lugar, la habían dejado sola durante tres días, tres insoportables días de angustias.

Alma se sentía en otra realidad, ya no veía las cosas como simples objetos, lo inanimados ya tenía otro aspecto, ya comenzó a creer que nada en este mundo esta vacío, y que nada en este mundo esta por estar.

Tenía pesadillas, donde se encontraba cayendo en un agujero sin fondo, sin poder gritar, sin poder huir, sin poder hacer nada, solo caer y caer en un abismo que cada vez de hacía mas espeso y oscuro, allí habían voces, no voces normales, voces infernales, voces que te erizarán todo el cuerpo si las escucharas, que te detienen el corazón y enfrían tu sangre, voces venenosas, voces suplicantes, atormentadas y voces que se burlan, ¿Por qué se burlan? ¿De quién? 

Alma despertó durante siete incesantes días con los pulmones pegados a las costillas, con las venas marcadas de un azul verdoso insípido, más pálida, más delgada, con más silencio y más miedo, miedo a salir, a caminar, a respirar, a ella misma. Todo por ellas, aquellas voces.

—Ellas son las culpables— se decía a sí misma.

—No puede ser de otra manera, siento el mismo frío que por las noches atravesó como una aguja afilada mi columna hasta llegar a mi cráneo, es el mismo frío que me obligo a vestir tan oscuro el corazón, ese mismo frío que me aleja del mundo inspirándome a hacer una nueva vida donde yo ponga mis reglas, donde nadie domine, donde nadie corrompa nada.

••••••

Son las 3:00 am Alma entre gimoteos y sudor sigue con su pesadilla, esta vez no es el mismo agujero, es diferente...

Bajando de un tranvía un hombre alto, con un traje negro ceniza,  camisa blanca, corbata marrón, zapatos negros de charol, un maletín y un sombrero, da 5 pasos y saca de la nada un habano y lo enciende, deja una cortina de humo y avanza donde esta Alma, ella no se puede mover, su cuerpo esta tieso y frío, detrás de una columna de la estación con la cabeza mirando de frente a aquel viajero con apariencia siniestra, el cual no deja ver su cara, quién avanza hacia ella como si se tratara de una predestinación sombría.

Trató de mover un musculo para escapar, pero mientras mas lo intentó, mas inútiles se volvían sus esfuerzos. El seguía acercándose con su cortina de humo que se esparcía por el aire dejando un denso hedor a tabaco, y cuando ya estuvo frente a la aterrada Alma, le extendió la mano y le dijo:

—Señorita, no debería estar aquí a estas horas, ¿No sabe que por este lugar ocurren cosas malas? y no quisiera que le pase algo a usted ¿verdad?...

Ella vio su rostro, parecía que le hubieran cortado la cara con un bisturí y no le suturaron las heridas, si no qué tuvieron una cicatrización por cuenta propia, sus ojos amarillos brotaban de sus cuencas como si fueran a explotar, la tomó con su mano fría y saco una navaja, y cuando se dispuso a abrirla como si fuera un pedazo de madera vieja ella despertó.

Ella se palpó todo el rostro, buscando una herida y no había pasado nada, solo era una pesadilla.

Ella pensó que no había pasado nada, pero cuando de levantó notó dos gotas de sangre calleron de su frente, ahí ocurrió algo más escalofriante de lo que parecía.

Estaba realmente cortada, se levantó corriendo y cuando vio su frente no había nada, nada, ni si quiera las gotas que cayeron en su pijama estaban, se derrumbó de golpe en la orilla de su cama, siguió pasando su mano temblorosa sobre su frente bañada en sudor — Yo lo vi — decía una y otra vez mientras pegaba sus rodillas al pecho en una especie de vaivén sin sentido, empezó a sentirse el ambiente pesado, respirar le costaba, siguió sudando como si se le exprimieron los líquidos de el interior hacia afuera, no sabía que hacer, no podía parar de moverse.

Luego de intentar incorporarse y no poderlo hacer llamó a su madre con un grito desesperado; — Beatrííííz—  Su madre salió corriendo a ver a su hija, cuando la vio se acercó y le levantó el cuello, la ayudó a incorporarse y la acostó en la cama, Alma ardía en fiebre y estaba sofocada.

— ¿Qué te pasa Alma? ¿Estás ocultando que estas enferma? No puedes hacer eso. Simón... Simón ayudame, tu hermana esta enferma trae el botiquín.

Simón el hermano mayor se levantó, el siempre estaba despierto, siempre en su habitación, él y alma no se odian, no se aman, solo son dos personas unidas con rasgos sanguíneos que no se meten en los asuntos de ninguno. El es alto, con abundante cabello corto y negro con reflejos dorados, ojos llenos de pestañas color verde olivo, y un lindo lunar en la mejilla izquierda, Simón tiene 24.

El se levantó, ayudó a Beatríz a acostar a Alma en la cama.

— Mamá, ¿Desde cuando Alma sufre de Asma?

—No, ella nunca ha tenido asma.

— bueno eso parece que tiene, ¿Ves ese pequeño hueco que se hace entre su clavícula y su tráquea?

— Sí.

— Eso le pasa a los que tienen asma, hay que llevarla a un hospital, no sabemos si es grave o sencillo.

Se fueron al hospital donde atendieron a Alma y le dieron su inhalador, ya no podía deshacerse de el.
Simón le dijo a Alma:

—Tienes asma lo puedes controlar, pero no curarlo.

*-* capitulo corto :3 ¿Qué les ha parecido?

Sólo YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora