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Un pequeño niño corría entre las playas de Australia con una sonrisa en su rostro, dejando atrás a su madre con su hermano en brazos.
—¡Channie, cariño, no te vayas muy lejos!
—¡Está bien, mamá!
Empezó a reducir el ritmo cuando sintió que sus piernitas ya no daban más, caminaba lentamente hasta que escuchó como alguien lloraba detrás de las grandes rocas que se encontraban allí.
Se acercó paso a paso, encontrando a un pequeño niño con su rostro escondido entre sus manos.
—¿Por qué lloras?
El desconocido dio un respingo, y alzó la mirada para luego volver a esconderla.
—Váyase de aquí, déjeme solo.
—No has respondido mi pregunta, además, mi mamá me dijo que si encuentro a alguien llorando, debo de ayudarlo, ¿puedo sentarme? —señaló un espacio al lado suyo.
—Si quiere —murmuró.
Se sentó a su lado, para luego mirar el cielo y sonreír por el sonido relajante de las olas.
—Y entonces, ¿Cómo te llamas? —lo miró.
El pequeño no respondió hasta después de unos cuantos segundos, borrando todo rastro de lágrimas..
—Me llamo Seungmin, Kim Seungmin.
—Soy Christopher Bang, pero puedes llamarme Chan.
—¿Cuántos años tiene?
—Tengo once, ¿y tú?
—Ocho, es un gusto conocerlo hyung.
—El gusto es mío —sonrió—. ¿ahora sí vas a decirme porqué estabas llorando?
Suspiró—. Mamá me castigó, dijo que nunca hago nada bien.
—¿Y a qué vino eso? ¿Hiciste algo mal o...?
—Me lo repite incluso sin hacerlo, hoy quería que regara sus rosas y corte sus espinas, pero en el intento me lastimé el dedo —alzó su manito enseñándole dicha parte lastimada—. En mi defensa, nunca me enseñó cómo hacer esas cosas.
—Entonces no es tu culpa, tu madre tuvo que enseñarte, y para la jardinería siempre se deben de usar guantes, ¿no te dijo que debías usarlos?
