Fiebre.

157 13 4
                                    

El agua cae, tan lejana y cercana a la vez, crujiendo contra las baldosas de un baño que él no ve. Es como si se estuviera meciendo en un recuerdo de antaño. Y el sonido, le hace pensar en alguien tomando una ducha.

Julia.

Piensa. Como suele hacerlo en cada minuto de su decadente existencia. Julia, ese pasado que lo persigue hasta cuando él cree que ha huído, pues cuando es él quien la busca, no sabe dónde está. Julia, su lugar favorito, aquel del que trata de irse, y al que siempre quiere regresar. Julia, un sueño, una ilusión, una maldición.

Se remueve incómodo bajo las sábanas. Abre los ojos con dificultad y la busca, pero la habitación está vacía. «Es ella quien se baña», se dice, y se llena de una falsa tranquilidad. Sus ojos se esconden nuevamente bajo sus párpados, y el agua no deja de caer, a lo lejos.

«Si tú me miras significa que estoy viva...»

Una voz femenina canta en un susurro, acompañada del sonido lejano del agua golpeando los azulejos. Puede escucharla casi como si fuera su conciencia tarareando en su oído una melodía que ya conocía.

«Mis ojos anhelan encontrarse con los tuyos, pues sin ellos mi cabeza pierde el rumbo»

Y siente su cuerpo estremecerse con cada palabra que ella habla. Su corazón galopa a una velocidad entrecortada, ¿es por la fiebre? ¿Por Julia? La sensación lo sorprende, y pronto es atacado por la dificultad de poder respirar, pero no se asusta. Quiere morir si morir en ese momento significa morir hacia todas partes, hacia Julia.

«Siempre habrá palabras, y adoro las que cantas...

...Prefiero el vals de las miradas si sonríes cuando callas»

La escucha en un murmullo que parece lejano, llenándolo todo de nostalgia azul, como el azul de la mirada misteriosa en la voz que canta, mirada que anhela, mirada que ya no es suya... ¿acaso la está imaginando? No. Se niega a creer que sea así. Ella está ahí, a su lado.

«Tu corazón, ¿me lo entregarías? Porque al mío ya le están creciendo espinas.»

Siente impotencia, sentirla junto a él y no poder verla ni tocarla. Una ola de escalofríos lo recorre de punta a punta. Arruga el entrecejo. Finalmente abre los ojos y la busca, siempre la busca, pero Julia no está, nunca lo estuvo.

—¡Julia! —exclama en un murmullo, en un intento de incorporarse, pero en ese momento se da cuenta que no es ella quien está a su lado. Y el agua, ha dejado de sonar...

No tiene idea de lo que ese nombre desencadena en la mujer que le sostiene una de sus manos. «Así que todavía piensas en ella...», lo mira con amargura, frunciendo los labios, «¿Cómo competir contra la perfección un recuerdo?» piensa Faye.

—Tuve una pesadilla —confiesa él, buscándole la mirada a la mujer.

—Las pesadillas son normales cuando te sientes febril —afirma, recargándose sobre el respaldo de la silla, cruzándose de brazos—, ¿qué clase de pesadilla? —pregunta con cierta pesadez mezclada con curiosidad, curiosidad que se le clava en el pecho como una daga.

—Una donde una mujer cantaba.

Faye se reclina en su lugar, se aclara la garganta y comienza a cantar.

Cuando tú me miras, mi alma se descose...
Mis ojos son felices cuando te veo a mi lado, llenas de alegría mi solitario y terco corazón.
Todas tus palabras son las que yo amo, cariño, pero adoro cuando callas y juegas a bailar conmigo...
Puedo sentir tu corazón latiendo febrilmente por mi amor.

Spike traga saliva. Ahora lo sabe, a quien siempre escuchó fue a Faye cantando en murmullos. Una opresión extraña se desencadena en su pecho, ¿por qué canta esa canción?

—Esa no es la letra —afirma con voz trémula.

—Esa siempre ha sido la letra —contesta, mirándolo a los ojos.

***

Gracias por leer.

¿Votos? ¿Comentarios? El hecho de saber qué piensan de cada capítulo, o si les gusta lo que escribo me motiva mucho a seguir escribiendo.

One Shots Cowboy BebopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora