Borrachera.

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—Bien, ¿y ahora qué? —preguntó Faye, jugueteando con sus pies desnudos sobre las pantorrillas de Spike. Se sentía invadida por la ternura y felicidad propias de las hormonas liberadas después del orgasmo. 

—No deberías preguntarme —contestó él, acariciando el cabello de Faye—. No lo sé. 

—Esta es la última vez. No sé hasta cuándo volvamos a vernos, ¿pensarás en mí? 

—Solo si tú piensas en mí. 

—Bobo.

Se hizo un silencio en el que ella quiso contemplar a Spike. Su cabello verde era un desastre, y aún así, pensó que en ese momento él se veía jodidamente atractivo. La cercanía que habían tenido desde hacía un mes o poco más, y sus escapadas furtivas a no sé dónde, la tenían secretamente entusiasmada. Quiso convencerse de que él también lo sintiera, de que si ella llegase a irse él iría por ella. 

—Spike —lo llamó, buscando su mirada—, promete que vendrás a buscarme si me pierdo, ¿de acuerdo? —dijo, moviendo suavemente su mano sobre el pecho desnudo del hombre. 

Él la miró, taciturno. Al parecer, al joven de cabellos verdes no le gustaba hablar mucho después de la exaltación a la que su cuerpo y mente eran sometidos cuando se fundía con una mujer. 

—¡Promételo! —exigió ella, asestando un golpe en el pecho masculino.

—No puedo prometer algo que no estoy seguro de cumplir —repuso, vacilante, volviendo el rostro hacia el cielo raso. 

Faye frunció los labios. Por un segundo no supo cómo sentirse. La sensación de que su corazón se contraía retorcidamente le llenó el pecho de algo que ella reconoció como tristeza, pero no quería demostrar delante de él lo afectada que estaba. Eso, y la idea de que quizá a él ni siquiera le importaba ella activaron su mecanismo de defensa y no tuvo otra opción más que mostrarse enfadada, como era habitual en una mujer explosiva como Faye. 

Se incorporó de golpe con marcada rudeza, buscando contener el deseo de decirle una serie de improperios. Guardó silencio, pero era un silencio exaltado que gritaba por cada poro de su piel lo enojada que estaba. La cama, en la que minutos antes habían enredado sus extremidades en una mortecina danza de placer, se sacudía con cada movimiento que ella hacía al vestirse. 

—Eres un completo hijo de puta —masculló, mientras se calzaba sus botas.

—Quizá tengas razón —dijo despreocupadamente, estirando el brazo para alcanzar su desgastada cajetilla de cigarros y colocarse uno en la boca—. Soy todo lo que te destruye —concluyó, encendiéndoselo. 

Faye comenzó a farfullar algo que Spike no fue capaz de entender, cerró los ojos y se llevó el cigarro a los labios, pensando en lo mucho que detestaba a las mujeres problemáticas. ¿Por qué tenía que ser ella tan complicada? Soltó el humo por la boca mientras la veía sin que ella se diera cuenta, intentando descifrarla, ¿de verdad quería descifrarla? 

—Me largo —bramó. 

—¿A dónde irás? 

—A donde no vuelva a ver tu maldita cara. 

—Qué rudeza la tuya. Ni siquiera sé por qué estás enojada —comentó, flemático, calando su cigarro. 

Faye permaneció de pie delante de la cama, observando el aparente desinterés de Spike, quien parecía embebido en el placer fugaz de fumar, «¿A qué mujer podría realmente gustarle un hombre descuidado, holgazán y sin propósito?» se preguntó, sintiéndose tan contradictoria. 

—¿Sabes qué? —declaró— ¡Ahógate en las turbulentas y turbias aguas del mar de Julia! —exclamó, dejándose llevar por su lío de emociones. Le dedicó una última mirada de desdén a Spike, tomó su abrigo y salió de ahí. 

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2022 ⏰

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