Solitude.

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«En mi soledad me persigues con espantosa facilidad». Billie Holiday

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El séptimo cigarrillo de insomnio se consumía en los labios de Spike Spiegel, quien miraba el blanquecino humo disiparse delante de él, llenando el ambiente con el pesado conformismo de vivir como él vivía. ¿Y su whisky? Llenando la mitad de un vaso de vidrio, que él hacía crujir al chocar los hielos contra el material del recipiente que giraba en su mano. Le pesaban los párpados, y un par de manchas púrpureas rodeaban sus cansados ojos. Era el perfecto espectáculo de la decadencia. Todo se hallaba reunido en su atormentada alma, con la mente abstraída en recuerdos, incapaz de mirar su presente. Siempre era igual, cuando se le metía algo a la cabeza, no había forma de que pudiera dormir. No la había. Y quería terminar lo que había comenzado. 

Era curioso que, justo en la vieja radio de Jet, se estuviera escuchando a lo lejos Solitude de Billie Holiday. Soltó un chasquido, ¿Qué estaría haciendo el bastardo de Jet escuchando música tan tarde? Música que reafirmaba el incesante malestar que habitaba en su interior, aquella inquietud galopando fuertemente contra su caja torácica, contra su estabilidad mental. Dio una calada lenta a su cigarro, sintiendo la amargura del tabaco en su lengua. Soltó el humo. «Quizá no es tan tarde», se dijo a sí mismo, consciente de lo mucho que llevaba sin dormir, y de lo poco que sabía del tiempo. Maldito tiempo. Movió los ojos con marcada pesadez hacia el reloj que colgaba lúgubre sobre la pared. Pero nada podía obtener ya de un fútil objeto como ese, un jodido invento que pretendía medir otro invento, una banalidad humana, ese veneno llamado tiempo que parecía burlarse en su cara con cada molesto tic tac que su oído era capaz de percibir por debajo de Billie Holiday. «Mierda», pensó, «Cualquier hombre cuerdo daría tregua a este suplicio mental», bebió un pequeño sorbo de su vaso. «Pero yo no creo estar cuerdo desde los 12».

¿Qué podría saber del tiempo? Su mente se hallaba anclada en una especie de bucle que le hacía soñar con él pasado, desear regresar a ese lugar que ahora ya no existía. «El presente nunca existe», de dijo, llevandose el cigarro a los labios.

Su turbulenta vida en Dragón Rojo, y su interrumpido romance con Julia le impedían avanzar. Ya no podía avanzar. No quería. Sin ella junto a él, era como estar agonizando en todo momento. Y no le temía a la muerte. Por supuesto que no. Tenía curiosidad por probar el sabor de la finitud humana y escapar del mal sueño en el que quedó atrapado.

Se bebió el sobrante de su vaso de un solo trago y permaneció fijo en su lugar. Dio una última calada a su cigarro, y soltó una espesa nube de humo que se desvaneció lentamente frente a sus ojos. Finalmente, dejó que la colilla se consumiera entre sus delgados dedos. No le importó si la ceniza lo quemaba: Una cicatriz más no significaba nada si al final todos terminaban muriendo, siendo olvidados. 

Su Jericho 941 descansaba sobre el pequeño buró junto a su cama, y no sabía por qué justo en ese momento su arma parecía coquetearle oasadamente. Tensó la mandíbula. Su vida estaba llena de actos imprudentes, así que sumar uno no haría mucha diferencia. La tomó y la observó unos momentos. 

Perdido estaba en pensamientos lejanos cuando alguien irrumpió en su habitación.

—Esa maldita Faye se largó con los woolongs ahorrados que tenía escondidos en... —gruñó Jet, interrumpiéndose a sí mismo cuando cuanto observó la decadente escena en la que su amigo sostenía un arma de fuego a centímetros de su cabeza. Su semblante cambió de inmediato—. ¿Qué mierda estás haciendo? —La voz grave de Jet lo hizo despegar la vista de la hipnotizante Jericho

Spike arrugó el entrecejo ligeramente.

—¿Qué mierda te parece que hago? —preguntó de vuelta, con un ápice de burla en la voz, moviendo la Jericho en el aire. 

Jet soltó un suspiro y se llevó las yemas de sus dedos hasta la cara para frotarse el puente nasal.

—No harás estupideces. No aquí —repuso Jet, con tranquilidad fingida.

—No es asunto tuyo lo que yo haga. 

—Te recuerdo que estás en mi nave. 

Spike suspiró. 

—Puedo terminar con todo esto de una maldita vez, y tú no me detendrás —dijo, apuntando a Jet con su arma—. ¡Bang! —exclamó, simulando un disparo y bajando el arma, al tiempo que su rostro dibujaba una sutil sonrisa. 

—Eres un completo idota, Spike —replicó el hombre, aliviado—. Nada de lo que hagas la traerá de vuelta. «Esto es un completo desastre», pensó, mirando el aspecto desaliñado de Spike.

—Mi plan no era traerla de vuelta —repuso—, era reunirme con ella. 

—Nada asegura que te reunirás con ella cuando te vayas. 

—Lo sé —contestó, con marcada melancolía en el rostro
—. Pero eso ya no importa. No ahora. Supongo que... será en... otra… ocasión —repuso, e inmediatamente después cerró los ojos y se quedó profundamente dormido, dejando su brazo colgando por el borde de la cama, y con ello, el vaso que sostenía se hizo añicos al chocar contra el piso. 

Jet suspiró resignado y se dispuso a tomar la Jericho de la mano de su amigo, sintiendo una profunda y silenciosa pena por él. «Sé lo que es amar tanto a una mujer y que ese amor te destruya», pensó, mirando el rostro dormido de Spike.

***

Gracias por leer, ¿comentarios?

Espero estén disfrutando de estos drabbles y one shots.

One Shots Cowboy BebopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora