—Basta ya, ____ —Harry Styles miró con ojos centelleantes a la irritante niña de cinco años—. No me gusta cuando haces eso.
—Pero puedo darte una descarga —protestó ella—. Y ni siquiera tengo que frotarme primero los calcetines en la alfombra. ¿Lo ves?
Lo demostró de nuevo pinchándolo con el dedo. Un ligero chisporroteo subió por el brazo de él que hizo que se le erizara todo el vello. Se apartó de ella y se frotó el punto en que lo había tocado.
—He dicho que basta.
En los ojos de color chocolate se reflejó un dolor que pareció invadirle la mitad de la cara.
—Sólo estoy jugando. ¿No quieres jugar conmigo?
¿Estaba loca? Claro que no quería jugar con ella. Él tenía doce años y ella apenas era poco más que un bebé.
—Ve a pedírselo a Marco. A él le gustan esos juegos.
La pequeña hizo un mohín.
—No es lo mismo. A él no le puedo dar electricidad. Ya lo he probado. Sólo puedo hacerlo contigo.
—Bueno, pero a mí no me gusta.
Ella frunció el ceño preocupada.
—¿Te duele?
—No —y era verdad. Simplemente, se sentía incómodo, como si por debajo de la piel le corrieran hormigas, poniéndolo nervioso y confuso, todo al mismo tiempo. Pero quizá si afirmara que le había hecho daño, ella lo dejara en paz—. Un poco, ¿de acuerdo? Así que no lo hagas más.
El rostro de ella reflejó arrepentimiento. Hasta dio la impresión de que podía ponerse a llorar, lo que le causó una gran sensación de culpa. Habiendo crecido con hermanos y primos, con la excepción de Gianna, que se comportaba como si fuera uno de los chicos, no estaba acostumbrado a tratar con chicas. Si lo que hacía un hermano o un primo no te gustaba, lo golpeabas hasta que paraba. Pero no se atrevía a tratar a ____ de esa manera.
La miró incómodo. Para empezar, era pequeña y daba la impresión de que podía quebrarse. Y alguna idiota le había puesto un vestido rosa cubierto de lazos y capas de enaguas. Incluso llevaba diminutos calcetines de encaje con los brillantes zapatos negros. ¿Cómo se podía jugar vestido así? Cuanto más la miraba, más convencido estaba de que parecía más una muñeca que una niña. Alguien debería meterla en un estante donde no pudiera pasarle nada.
—____, ven aquí, por favor.
Harry suspiró aliviado al oír la voz de Vittorio Romano. El padre de ____ se encargaría de ella, se la llevaría para que no se ensuciara o se rompiera. Harry esperó que la alzara en brazos antes de escapar. Luego dejó a un lado el libro de acertijos lógicos y se unió a sus hermanos. Quizá si se quedaba junto a su gemelo, Marco, la pequeña se confundiría y molestaría a su hermano y no a él.
____ rodeó el cuello de su padre y enterró la cara en su hombro.
—No le caigo bien —dijo—. Arréglalo, papá.
Vittorio rió entre dientes y luego miró sonriente a Dominic Styles, sorprendido al ver que su amigo no compartía su diversión.
—¿Quieres que haga que a Harry le caigas bien?
—Sí.
—Lo siento, bambolina, no funciona de esa manera —con un gesto llamó a la niñera de su hija—. Ahora ve con Rosa. Ella jugará contigo. O puedes pedirle a la abuela Penélope que te lea tu cuento favorito de la señora Pennywinkle. Está en el jardín pintando o escribiendo.
____ no protestó. Luchó por dominar las lágrimas antes de darle a su padre un beso en la mejilla. Con una última mirada de desamparo en dirección a Harry, tomó la mano de Rosa y se marchó.